La poesía siempre estará ligada al amor; no puede existir la una sin lo otro. Hay quienes le escriben a un amor con quien disfrutan la vida, y otros que lo hacen para uno imposible o platónico.
Poesías también las hay para la patria y para el pueblo; e incluso para equipos de futbol, inspiradas en la pasión inexplicable que este deporte despierta. Lo que es casi una excentricidad que raya en la locura es aquel que un día coge una pluma y se inspira para escribirle unos versos a un partido político. En Tabasco, allá por 1983, se escribió el himno del PRI, cuando Andrés Manuel López Obrador era orgulloso presidente de ese instituto político. Que la belleza de una mujer o el paisaje de la tierra amada inspiren a cualquiera unos versos es bastante natural y comprensible, pero que un partido provoque ese sentimiento y creatividad es cuando menos sorprendente. Porque al final, si lo que el autor pretendía era congraciarse con alguien, aunque Carlos Pellicer hubiera sido el ejemplo a seguir, en política hay muchas cosas que se pueden hacer para ascender en el escalafón, que no tienen nada qué ver con la creación poética (¡hasta por respeto al arte!). Y si por otro lado el tricolor en verdad inspiró al autor, esto habla de una personalidad bastante enfermiza. Aquí algunas de esas inverosímiles estrofas:
CORO
Avanzar, avanzar con el PRI/
compañeros, avanzar con el PRI/
Libertad, unidad /
democracia y justicia social eso es el PRI/
I
Somos militantes del mejor partido,/
gotas de agua que formamos un océano de honor,/
somos dirigentes progresistas,/
democráticos y revolucionarios, viva el PRI,/
celosos vigilantes del partido,/
no permitiremos que socaven nuestra fe/
extraños, inconformes y traidores,/
en momentos de crisis, ni en bonanza. Viva el PRI/
El tabasqueño definitivamente nunca ha sido profeta en su tierra (ni poeta tampoco). La primera vez que sufrió una derrota fue cuando sobre su jefe y amigo, Enrique González Pedrero, no recayó el dedo presidencial para hacerlo candidato/gobernador, allá por el año 1977. Cuando un sexenio después, habiendo seguido los cánones de lealtad y disciplina requeridos, finalmente logra ser tocado por el índice presidencial, González nombra a López Obrador flamante presidente del entonces partido casi único. Pero como se le da de manera natural eso de hacerse de enemistades (no así la poesía), duró solamente 8 meses en el cargo y tuvo que ser destituido por el gobernador.
Dos veces buscó la gubernatura, pero ya no con los colores del PRI, y en ambas resultó perdedor. La primera ante Salvador Neme y la segunda frente a Roberto Madrazo. Desde luego, en ambos comicios se quejó de fraude; al igual que en las subsecuentes derrotas presidenciales. Sin duda le agarró gusto y maña a eso de las campañas y ha sabido explotar muy bien esos cuatro fracasos. A su paso ha abrazado con pasión desenfrenada tanto al PRI como al PRD; y cuando sus intereses e ilusiones se hicieron añicos, actuó como un amante despechado; con rabia y resentimiento, los más peligrosos. Infancia política sin duda es destino.
Twitter: @RudyCoen
