Lorde no viene a Israel

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Foto: larazondemexico

Esta vez fue Lorde, la cantante pop neozelandesa, quien decidió cancelar su concierto en Tel Aviv. Lorde no fue la primera ni será la última que sucumbe al BDS (movimiento boicot, desinversiones y sanciones).

El proceso siempre es el mismo. Un artista reconocido decide presentarse en Israel; en las redes sociales comienzan a atacarlo por “apoyar la ocupación”, un par de personas, generalmente famosas, le envían una carta explicando las razones por las cuales presentarse en Israel significa “implícitamente” dar un visto bueno a las acciones de los colonos.

Ante la presión social el o la artista sucumben y deciden cancelar su concierto. Dos semanas después esta misma persona (o grupo) sigue con su gira y se presenta en Rusia (en el caso de Lorde) o en Turquía o en China o en Francia o en Estados Unidos. En estos países nadie cuestiona sus presentaciones. Nadie argumenta, por ejemplo, que presentarse en Rusia significa apoyar la represión contra la comunidad LGBT o la supresión de la oposición o la ocupación de Crimea; nadie etiqueta a quienes se presentan en Estambul como promotores de la ocupación Kurda (caso muy similar, por cierto, al palestino); nadie recuerda al Tíbet o a Xinjiang cuando se organiza un gran concierto en Shanghái; nadie osaría decir que quien se presenta en Francia apoya la represión en el campo de refugiados de Calais, o que quien canta en el Madison Garden implícitamente está dando el visto bueno al racismo del presidente Trump.

Y es que al parecer Israel merece un trato distinto. Porque a pesar de que la ocupación kurda y del Tíbet sean más longevas que la palestina, sólo el Estado judío merece ser víctima del boicot. Porque para todos parece obvio que hay que separar a gobiernos de sus pobladores; que lo que hace Trump no se generaliza a todos los estadounidenses; pero al parecer en Israel las acciones de la derecha sí son generalizables a toda la población.

No importa que 70 por ciento de la población israelí esté a favor de la solución de dos  Estados, dos pueblos, o que en Tel Aviv, la ciudad donde Lorde iba a presentarse, la izquierda obtuvo casi 80 por ciento del voto. Todos deben ser castigados por igual, incluso los que luchan día con día contra la colonización.

Y mientras tanto la derecha israelí está feliz. Nada les cae mejor que el boicot. Así le pueden vender al público que el mundo está en contra de Israel y que sólo ellos pueden proteger al país. Que en las bases del BDS hay un dejo de antisemitismo. Y es que no hay otra forma de explicar por qué sólo Israel es víctima de tal movimiento. Por qué Israel recibe un trato especial. Y así, a final de cuentas, el BDS termina trabajando en contra de su objetivo. La derecha israelí se fortalece, la izquierda se queda aislada y sin argumentos. Si de apoyar a la creación de un Estado palestino se trata, es hora de empezar a pensar en un movimiento de solidaridad internacional de izquierda y no en la promoción de un boicot cultural sin sentido.

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