El Conacyt ha estado muy presente en las noticias, pero no por las mejores razones. Lo que no debe perderse de vista es la transformación —no hay mejor palabra para referirnos a lo que está sucediendo— del modelo estatal de gestión de la ciencia y las humanidades.
El nuevo proyecto contiene aspectos positivos. Uno de ellos es la reconsideración que hace del sitio de las humanidades en la producción del conocimiento científico y de la tecnología. Estos cambios merecen una discusión más honda y, sobre todo, más mesurada, de la que hasta ahora se ha sostenido en los medios de comunicación.
Es momento de que la comunidad de humanistas mexicanos se organice para tener una voz propia en este proceso.
Con el fin de contribuir en este debate, el grupo integrado por Virginia Guedea, Fernando Curiel, Humberto Muñoz y quien esto escribe, ha lanzado un segundo manifiesto. Lo comparto con ustedes con la esperanza de que las ideas aquí expuestas sirvan para enriquecer la discusión.
“1. Celebramos que, tal y como su nueva titular, la doctora María Elena Álvarez-Buylla, participara a la opinión pública, de aprobarlo la Cámara de Diputados, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología pasaría a llamarse Consejo Nacional de Humanidades, Ciencia y Tecnología.
2. Por el contrario, deploramos que el presupuesto asignado para 2019, de 24,700 millones de pesos, reporte una disminución de mil millones.
3. En cuanto al contenido del programa institucional dado a conocer juzgamos oportuno reiterar nuestra inicial proclama (13 de septiembre de 2018): “Reconocimiento, encomio y defensa de las Humanidades”.
4. En vista de lo anterior, opinamos que al margen del impulso de proyectos transversales, integrales, que hagan comparecer en un mismo esfuerzo a los dos saberes, procede incorporar en la investigación científica, natural y exacta un ingrediente hasta la fecha ausente: el Humanista, en términos de ética, de valores comunitarios, de responsabilidades.
5. Diáfano ejemplo de esta visión de frontera cognitiva, en su acepción de encuentro disciplinar y conocimiento de punta, es la alta certificación internacional de la UNAM, no sólo en materias de inconcusa índole humanista sino asimismo en aquellas que lindan con los entornos sociales y naturales. Ineludible concurrencia de factores industriales y laborales, histórico-culturales, antropológicos y simbólicos.
6. Es a la luz de esta óptica compartida que exigimos, en la operación cotidiana del organismo estatal tan sesgada al canon científico (sus modos de producción y de reproducción), una profunda reconsideración de las Humanidades en cuanto a la gestión institucional, la asignación de recursos presupuestales y la evaluación de proyectos (individuales y colectivos).
7. De suerte que la inscripción, en primer término, de las Humanidades (del Humanismo) en el nuevo rótulo del Conacyt no quede en gesto retórico sino que implique (comprometa) signo y significación, real cambio, enriquecimiento conceptual, innovación de los contenidos.”

