La escultura huasteca se distingue entre las representaciones plásticas mesoamericanas. Sus formas son simples pero están imbuidas de una fuerza misteriosa. En su obra imprescindible Escultura huasteca en piedra (México, UNAM, 1980), la Dra. Beatriz de la Fuente catalogó 392 piezas dispersas por museos y colecciones de todo el mundo.
Quizá la más famosa de todas sea la que se conoce como El adolescente huasteco. La escultura está casi perfectamente conservada y mide 1.45 cm de alto, 42 cm de ancho y 20 cm de espesor. Representa a un joven desnudo con refinados diseños corporales en su tronco y extremidades. En la espalda lleva otro figura atada por una banda. La escultura es una extraordinaria obra de arte que sobresale por su elegancia y belleza. Se supone que representa a una deidad vinculada con el maíz.
La pieza fue encontrada cerca de Tamuín, en la Huasteca Potosina, a principios del siglo XX. Fue adquirida por el Museo Nacional de Antropología en 1950 y, desde entonces, forma parte de su colección permanente.
El fin de semana anterior, el Presidente López Obrador visitó la Huasteca Potosina. Entre sus numerosas declaraciones hizo una que ha pasado desapercibida en los medios de comunicación. Afirmó que consultará con las autoridades del Museo Nacional de Antropología si la escultura del joven huasteco puede regresar a su lugar de origen: Tamuín, San Luis Potosí.
El Presidente López Obrador ha abierto un debate sobre el sitio en el que deben resguardarse los tesoros artísticos mexicanos. Se critica que en lugares como el Museo Británico se expongan obras artísticas extraídas de otros países. Pero se podría decir que, guardando todas las diferencias, el Museo Nacional de Antropología merece ser acusado de lo mismo en relación a las regiones del país. Si el Museo Británico es un monumento del colonialismo británico, el Museo Nacional de Antropología lo sería del colonialismo interior que ha ejercido la capital sobre los estados de la república. Si lleváramos este argumento a su extremo, se podría exigir que todas las piezas del museo provenientes de las zonas de Yucatán, el Golfo, Occidente, el Norte y Oaxaca volvieran a sus lugares de origen para formar parte del patrimonio cultural de esas regiones. De ser así, en el museo sólo permanecerían los tesoros de la Sala Mexica y, acaso, los de las salas de Teotihuacán y de los toltecas.
Hay un elemento de justicia en el argumento anterior que no podemos ignorar. Sin embargo, se podría responder que la analogía entre el Museo Británico y el Museo Nacional de Antropología es incorrecta e incluso viciosa. La existencia de un museo como el de Antropología permite reunir, en un solo sitio, lo más representativo del legado histórico de una nación.
Mientras no se resuelva este debate, yo sería de la opinión que el Museo Nacional de Antropología preserve su acervo. Dejemos al adolescente huasteco donde está.