Así fue la Segunda Guerra Mundial

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Foto: larazondemexico

Nací diecisiete años, un mes y veinte días después del fin de la Segunda Guerra Mundial. Poquísimo tiempo, si tomamos en cuenta las largas extensiones de la historia humana. Para mí y para los de mi generación, la Segunda Guerra Mundial fue una realidad que todavía estuvo viva durante nuestra infancia y juventud. Sus consecuencias eran visibles o, mejor dicho, palpables. No olvidemos que el muro que cortaba en dos a la ciudad de Berlín –testimonio físico de la derrota de Alemania por parte de los Aliados– estuvo en pie hasta 1989.

En 1972 yo tenía diez años y era un lector voraz de revistas infantiles y novelitas ilustradas. Un buen día, mi abuela, que era la encargada de traer a la casa los materiales del puesto de periódicos, llegó con el primer ejemplar de una obra que tuvo un efecto profundo en mi vida: “Así fue la Segunda Guerra Mundial”, publicada en fascículos semanales por el consorcio editorial Anesa, Noguer, Rizzoli. Durante dos años, compramos religiosamente cada uno de los fascículos y cuando los tuvimos completos, los encuadernamos en seis gruesos tomos que todavía conservo. Fue así, que de 1972 a 1974, dediqué cada fin de semana a estudiar un capítulo de la historia de la Segunda Guerra Mundial. Como leía con atención, puedo afirmar –no por presumir, como ahora se dice– que en sexto de primaria ya era un pequeño especialista en la historia de esa conflagración. Podía recitar de memoria los nombres de los principales generales de cada bando, de las batallas más importantes, de los bombarderos, los acorazados y los tanques más destacados.

Algo que todavía me asombra de aquella magna obra editorial es la imparcialidad con la que trata los sucesos. Por ejemplo, si se ocupaba de una batalla entre alemanes y rusos, presentaba las opiniones de un general alemán y de un general ruso. Merece reconocimiento el equipo de redactores ingleses que concibió esta obra en su versión original. Me atrevería a afirmar que la enseñanza que recibí de la lectura de “Así fue la Segunda Guerra Mundial” no sólo fue histórica, sino moral. En esas páginas aprendí a tomar en cuenta, con igual respeto, la perspectiva de vencedores y vencidos.

La fascinación que ejerció sobre mí la Segunda Guerra Mundial no la comparten mis hijos. No porque no les guste la historia. Lo que sucede es que, para ellos, la Segunda Guerra Mundial –la única en que se ha peleado en los cinco continentes– les parece lejana en el tiempo. Para mis hijos, la Segunda Guerra Mundial les resulta lo que para mí, a su edad, eran las guerras napoleónicas.

Hace exactamente noventa años, los ejércitos de Alemania y de la Unión Soviética destrozaban a las fuerzas armadas polacas. El resto del mundo observaba estupefacto. Yo sigo estándolo.

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