Hasta hace unos meses, el nombre América Rangel no figuraba entre “los estelares” de la política nacional. Sin embargo, las últimas semanas la diputada local de la Ciudad de México se ha insertado en la escena política de la única forma en la que los políticos saben hacerlo: mediante la controversia.
El pasado 9 de febrero, la diputada del distrito 13 presentó una iniciativa de ley en materia de infancias trans ante el pleno del congreso de la Ciudad de México. Solo hace falta leer el documento suscrito por la legisladora panista para entender por qué causó malestar entre la comunidad LGBT+ y miembros de la sociedad civil. Haciendo referencia al ficticio “lobby gay”, usando palabras como “aberración” y tratando el tema solo desde la perspectiva de la disforia de género, dicho documento solo se puede describir como un texto sesgado que se preocupa más por hacer declaraciones vistosas que entender el tema del que se habla.
Si bien el documento por si solo parece indigno de una legisladora, las declaraciones de la misma en redes sociales van aún más allá. América Rangel ha empleado su Twitter no solo para defender su iniciativa, sino también para compartir desinformación relativa a esta, hablando de supuestas mutilaciones, castraciones y hormonización de menores de edad a pesar de carecer de pruebas y de que varios expertos y organizaciones han salido a desmentirla.
A pesar de ello, hasta entonces, el cauteloso observador podía creer que América Rangel es solo una de las muchas caras del panismo y no una reflexión fiel de los valores del partido. Sin embargo, el 2 de marzo el PAN decidió acabar con toda ambigüedad y ponerse del lado de Rangel. Como una bofetada en el rostro para aquellos que no ven contradicción entre ser pro-LGBT+ y panista, la Comisión de Doctrina del partido expresó su respaldo a la iniciativa de la diputada y urgió a la sociedad civil a involucrarse y defender la prohibición de tratamientos de cambio de género.
En un momento en el que México enfrenta retos enormes de desigualdad, delincuencia y autoritarismo, parece que la segunda fuerza política más grande del país prefiere volcarse a rancios debates para la negación de derechos y una “guerra cultural” que al mexicano promedio no le interesa.
Si el PAN pretende ser una fuerza política plural que le haga frente a Morena, tendrá que ser un movimiento que realmente procure incluir a todos. El conservadurismo con tintes religiosos de personas como América Rangel solo alejarán a las juventudes y clases medias que son cada vez más liberales. Si bien estos discursos le permitirán al partido afianzar el voto católico, renunciarán a cualquier intento de presentarse como un partido moderno.
Las perspectivas del blanquiazul para el 2024 dependen de esto. Si el partido se sigue inclinando hacia la derecha y continúa eligiendo el camino de la exclusión, el futuro del PAN será lo opuesto a multicolor: será un sombrío y fallado gris yunque.

