LA VIDA DE LAS EMOCIONES

El narcisismo impulsivo de Donald Trump

Valeria Villa
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria Villa *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

El narciso clásico es seductor, dominante y aficionado a exhibir su superioridad. Es el protagonista en la política, los negocios y los medios de comunicación. Por lo general se usa el término narcisismo de forma negativa, enfocándose en la megalomanía, el egocentrismo y la indiferencia respecto de los demás, pero debe distinguirse el narcisismo sano que se refleja en la confianza en uno mismo del narcisismo patológico.

El caso de Donald Trump es la máxima caricatura del narciso extrovertido, desinhibido, carente de empatía, egocéntrico, arrogante, sin vergüenza. Su llegada por segunda vez a la presidencia de EU es reflejo de los votantes, vulnerables a los despliegues de ego desbordado y necesitados de una figura que les haga promesas grandiosas de salvación. Votantes que han comprado el argumento que hay que regresar a la América del pasado, caracterizada por la segregación racial y de género.

Desde la primera vez que fue electo presidente, Trump despertó las alarmas de la comunidad psiquiátrica, que expresó una gran preocupación por su impulsividad, la hipersensibilidad a la crítica y la aparente incapacidad para distinguir la fantasía de la realidad.

Según el manual diagnóstico de desórdenes mentales (DSM-5) el trastorno de personalidad narcisista se trata en general de “fantasías o comportamientos grandiosos, necesidad de ser admirado y de falta de empatía, que se presentan al comienzo de la edad adulta”.

Los nueve criterios del trastorno de personalidad narcisista son los siguientes:

1 El sujeto tiene un sentido grandioso de su propia importancia, sobrestima sus logros y capacidades, espera ser reconocido como superior sólo por existir. Trump se cree especial, por encima de todo y constantemente afirma que todo lo que quiere es posible.

2. Está absorto en fantasías de éxito ilimitado, de poder, de esplendor, de belleza y de amor ideal. Trump se caracteriza por el énfasis, el superlativo, la hipérbole. Utiliza adjetivos como fantástico, grandioso, increíble, brillante. Lo suyo tiene que ser siempre lo más grande.

3. Cree ser especial y único, convencido de que sólo pueden comprenderlo las instituciones y personas de alto nivel. Trump sólo respeta a los machos dominantes, los que están a su altura. En su equipo hay varios multimillonarios y admira a los autócratas y a los dictadores. La democracia es un obs-táculo para su omnipotencia.

4. Necesidad excesiva de ser admirado. Trump puso su nombre en sus casinos, sus edificios y su universidad. Le importa ser famoso.

5. Cree que todo le es debido. Espera gozar siempre de un trato especial y que sus deseos se vean satisfechos.

6. Explota al otro en las relaciones interpersonales. El otro no existe más que como un instrumento a su servicio.

7. Falta de empatía, no está dispuesto a reconocer los sentimientos y necesidades de los demás. Su aterrorizante ausencia de empatía se manifiesta en su machismo, racismo, sexismo y desprecio hacia todos los que lo alaban. Ha jugado con la carta identitaria, atizando el resentimiento popular. Sostiene que los musulmanes son terroristas, los inmigrantes los peores extranjeros, ilegales y criminales, las mujeres, ciudadanas de segunda.

8. Envidia a los demás y cree que los demás lo envidian.

9. Muestra actitudes y comportamientos arrogantes y altaneros. Trump muestra un total desprecio hacia los demás. No es un perverso narcisista como Putin porque su narcisismo es demasiado evidente, ostentoso, ingenuo e infantil, mientras que un perverso narcisista es un estratega que avanza oculto para realizar mejor sus maldades.

En diplomacia, como hacía en los negocios, es adepto a la presión, a las demostraciones de fuerza, a las amenazas y a las sorpresas. Ha prohibido el uso de determinados términos: feto, que se sustituye por persona humana en gestación, diversidad, derecho, vulnerable, basado en evidencias y basado en ciencia.

Su lenguaje es pobre pero eficaz, un discurso comprensible que divide al mundo en categorías simples y definitivas: bueno, malo, desastroso, fantástico, triste, ganador, perdedor. Está muy bien adaptado a la época y a las redes sociales que valoran las afirmaciones radicales y polémicas. Este presidente es la encarnación de la fantasía estadounidense: hacer mucho dinero, ser el más listo y ganarles la partida a los intelectuales y otros representantes del establishment. Resulta difícil de creer que los electores se dejaran seducir por un hombre racista, sexista, mentiroso, criminal y elegirlo para semejante responsabilidad. Parece que estamos ante el auge de los hombres fuertes y autoritarios que tienen como objetivo imponer el orden y la seguridad en sus países, aunque sea a expensas de la libertad y de los derechos de los ciudadanos.

*Basado en el libro Los narcisos han tomado el poder, Marie-France Hirigoyen, Paidós, 2020.