TEATRO DE SOMBRAS

Gaos y Sor Juana

Guillermo Hurtado. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Guillermo Hurtado. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: La Razón de México

El reconocimiento de Sor Juana como una filósofa ha sido lento y lleno de obstáculos. La incomprensión no se restringe al siglo en el que ella vivió, sino que incluso en el siglo XX su obra fue menospreciada por algunos de los historiadores más destacados de nuestra filosofía. Un ejemplo de lo anterior es el artículo de José Gaos “El sueño de un sueño”, publicado en 1960.

De acuerdo con Gaos, el “Primero sueño” de Sor Juana es un poema notable, sin embargo, lo que lo caracteriza es que se trata del testimonio de un fracaso por alcanzar el saber. Pregunta entonces Gaos: “Sólo que tal fracaso, ¿cómo lo aprecia Sor Juana? ¿Como fracaso del afán de saber de una mujer por ser mujer o por ser la mujer que es ella? ¿Se trata de un escepticismo feminista, por llamarlo así, o de un escepticismo personal?”.

Gaos afirma que se trata de lo primero, de la incapacidad de las mujeres para alcanzar el conocimiento en su grado más alto, en otras palabras, de la incapacidad de las mujeres para hacer filosofía de peso. En pocos lugares como en este artículo se deja ver la misoginia filosófica que tuvo Gaos durante toda su vida, a pesar de que en la UNAM haya sido maestro de filósofas tan destacadas como Victoria Junco, Olga Quiroz, Vera Yamuni y Carmen Rovira. Gaos les enseñaba filosofía a sus alumnas con seriedad, rigor e incluso, podría decirse, con generosidad, pero en el fondo de su ser él creía que ninguna de ellas, por ser mujeres, tenía el potencial de sus mejores alumnos, como Leopoldo Zea, Emilio Uranga, Luis Villoro o Alejandro Rossi.

La respuesta que da Gaos a la pregunta antes planteada deja ver que el fracaso de Sor Juana no fue personal —nadie le puede negar genialidad a la décima musa— sino genérico y, por lo mismo, insuperable. Cito de nuevo a Gaos: “No resulta puramente arbitrario pensar que Sor Juana pudo no sólo conocer, sino tomar, tan sólo más o menos conscientemente, en serio, la formidable frase inicial de la Metafísica de Aristóteles: “Todos los seres humanos tienen por naturaleza al saber”. El afán de saber es el rasgo distintivo de la naturaleza misma de todos los seres humanos. Ella, aunque mujer, es ser humano. Tiene conciencia de su humanidad —sapiencial. Pero pronto tuvo también el presentimiento de que su feminidad era impedimento capital a la realización plena de esa humanidad. Procura la neutralización religiosa de la feminidad que es tal impedimento —y hasta esa neutralidad fracasa”.

Por medio de un silogismo Gaos concluye que Sor Juana, “aunque mujer” es un ser humano, sin embargo, advierte de inmediato que la propia Sor Juana se dio cuenta de que no podía ser un humano pleno, como Aristóteles, y que, por lo mismo, no podía alcanzar el conocimiento más alto, el filosófico, que sólo le está concedido a algunos varones. El que tomara los hábitos religiosos no le sirvió de nada para borrar su feminidad y, por lo mismo, para lograr convertirse en una filósofa. Por lo tanto, concluye Gaos, a Sor Juana sólo le quedaba derrumbarse en el escepticismo o tomar el camino del misticismo.

Lo notable del “Primero sueño” de Sor Juana, afirma Gaos, es que es el único testimonio con el que se cuenta en las letras hispanas de la experiencia del fracaso de la vida intelectual de una mujer. Todo el poema, considera Gaos, es el testimonio personal, personalísimo, de esa experiencia. Ello le resta la universalidad que se exige de la filosofía. El “Primero sueño” es un texto autobiográfico, es Sor Juana la que habla en todo momento, y, por lo mismo, en su sueño “hasta los espectáculos cósmicos de la media noche y del amanecer están como desrealizados e interiorizados”.

Gaos no entendió el “Primero sueño”. Su misoginia fue tan grande que le impidió darse cuenta de algo que Octavio Paz sí fue capaz de advertir en su famoso libro Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, a saber, que el magistral poema es una honda reflexión filosófica sobre los límites de la razón y que el impedimento aducido no es la feminidad sino la condición humana.