En la esfera pública latinoamericana, las evidentes señales de avance del autoritarismo, desde la izquierda o la derecha, son sometidas a una distorsión interesada por parte de las plataformas ideológicas en disputa. En medios de izquierda, especialmente aquellos partidarios del bloque bolivariano, sólo se reconocen las derivas autoritarias de la derecha: Bolsonaro, Milei, Bukele… Por el contrario, en los de derecha, no se localizan otros autoritarismos que los de Maduro, Ortega o Díaz-Canel.
Lo cierto es que el avance autoritario se propaga lo mismo por la izquierda que por la derecha, aunque no necesariamente desemboque en procesos de autocratización, dictaduras o desmontajes del régimen democrático como los que hemos visto en Venezuela, Nicaragua y Cuba. Conceptualmente, la clave parece encontrarse en la diferencia entre autoritarismo y autocracia, que por pereza intelectual se deja a un lado en el análisis.
En los últimos meses, el gobierno de Daniel Noboa, en Ecuador, ha dado varias muestras de proclive autoritario, que los medios regionales no necesariamente registran con precisión. Primero, el presidente no renunció a la primera magistratura durante las elecciones primarias, luego, no permitió a la vicepresidenta, Verónica Abad, desempañar su cargo, para evitar que lo reemplazara interinamente, y por último pidió disculpas a la funcionaria por medio de una carta ilegible.

Ataque en Coahuayana
Tres meses antes de las elecciones primarias, el Ministerio del Trabajo de Ecuador suspendió a la vicepresidenta, quien además fue designada como embajadora en Israel y luego en Turquía, por una irregularidad administrativa en el servicio exterior. El reemplazo de Abad, que ganó unas elecciones, por Sariha Moya, exministra de planificación, respondió al claro propósito de evitar que, en caso de renuncia del presidente, de acuerdo con leyes constitucionales del proceso constitucional, la presidencia fuese interinamente ejercida por una política crítica del mandatario.
Luego de dos arbitrariedades, la no renuncia del presidente y la destitución de la vicepresidenta electa, vino una tercera, realmente insólita: la disculpa por parte del Ministerio del Trabajo de Ecuador, en una tarja invisible, por haber suspendido a Abad del cargo, luego de no presentar a tiempo cartas credenciales en Ankara. La rocambolesca historia sólo sería inteligible si se concluye que el presidente está sobrepasando o eludiendo sus funciones con tal de reelegirse.
Parte de ese abuso de poder sería también la recomposición del gabinete, poco después del empate en las primarias con la candidata opositora Luisa González. Noboa está utilizando el gobierno de Ecuador, cada vez más desfachatadamente, para asegurar su reelección. Todo esto tiene lugar mientras el mandatario lanza señales de alineamiento al nuevo derechismo regional a través de guiños a Trump, Milei y Bukele, y aranceles contra México.

