DESDE LAS CLOACAS

La Ley de Herodes

El Duende. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
El Duende. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: La Razón de México

¿Se acuerda usted de la película La Ley de Herodes, de Luis Estrada? El polémico filme de 1999 cuenta la historia de cómo el personaje Juan Vargas pasa de administrar un basurero a ser diputado federal, gracias a las transas y crímenes de los que se vale amparado por su partido político, en aquel entonces el PRI.

La satírica obra que se burlaba del sistema político mexicano es ya un clásico que todos deberíamos ver en algún momento de la vida pues, aunque el poder cambió de partido, los políticos siguen siendo perfectamente retratados por esa grandiosa película. Déjeme contarle porqué.

Hace una década más o menos había una covacha que no llegaba ni a oficina. Estaba hecha de puras láminas y se encontraba en el estacionamiento de la entonces delegación Iztapalapa.

Todos los muebles eran de segundo o tercer uso, no había ventilación y la puerta se cerraba con candado.

En ese espacio despachaba un personaje que responde al nombre de Carlos Candelaria. Aquel personaje estaba bajo las órdenes de Jesús Valencia, el delegado que había llegado al poder bajo las siglas del PRD, PT y Convergencia, hoy Movimiento Ciudadano.

Desde ese espacio, Carlos Candelaria coordinaba la seguridad durante los carnavales de la delegación que año con año se realizan previo a la Semana Santa en las zonas más conflictivas de dicha demarcación. Es decir, una chamba en el sótano del poder.

Candelaria era un desconocido para muchos. Uno que otro reportero llegó hasta esa covacha, en algún momento, para consultarle datos duros sobre los operativos de seguridad que la delegación desplegaría con motivo de las fiestas carnavalescas.

Su grupo político resistió durante años acomodándose aquí y allá, viviendo de pequeños cargos hasta que por fin, en 2018, llegó a un cargo importante.

Candelaria llegó a tener un cargo directivo en la Cancillería y fue ahí donde, según investigaciones periodísticas, se metió en un lío legal por andar pidiendo moche a sus empleados.

Hoy, ese humilde y desconocido empleado que allá por el 2012 despachaba en una covacha de lámina en Iztapalapa, es diputado federal y por supuesto está protegido por el fuero contra el proceso judicial que se le sigue por pedirle lana a los empleados de la SRE. Dicen que incluso el tema ya está suspendido.

Tal y como el personaje de Juan Vargas en La Ley de Herodes.

En el baúl: Las patadas por debajo de la mesa entre consejeros del INE no paran.

Me cuentan mis fuentes en estas cloacas, que esos desencuentros incluso han llegado hasta las amenazas de algunas consejerías de filtrar información sensible sobre la organización de la elección del Poder Judicial. ¿Así o más bajo? Esto ya es un desastre.

Basta por hoy, pero el próximo lunes… regresarééé!!!

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