El gobierno de Trump, de la mano de Musk, ha desmantelado la Agencia de los EU para el Desarrollo Internacional (USAID). Esta agencia se encargaba de recaudar y organizar fondos millonarios que se destinaban a países en desarrollo y no desarrollados con objetivos de beneficencia. De ella dependían miles de ONG que ahora se las están viendo negras para continuar con sus labores altruistas, lo que ha impactado directamente en la calidad de vida de millones de personas.
El argumento de Musk, director del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), se basa en la burocracia excesiva y la corrupción que afirma existe en USAID, por lo que se justifica su cierre.
Si bien me parece cierto que el gobierno estadounidense y en concreto USAID pueden sufrir de ineficiencia en los gastos y que es muy probable que la figura de las ONG pueda manipularse para lavar dinero, desviarlo y enriquecer a algunos bajo la fachada de la caridad, hay un elemento de fondo en la ideología de Musk que resulta inquietante.
Hace unas semanas el magnate participó en una entrevista en el podcast de Joe Rogan. En ella afirmó que la empatía era la debilidad fundamental de la civilización occidental. Aunque intentó matizar diciendo que él cree en los actos de empatía, la consideró una amenaza para la civilización.
La empatía es la capacidad de comprender lo que los otros viven. Comprender que esa vivencia podría ser la nuestra dada nuestra naturaleza compartida y que, por ende, hay lugar a un sentimiento de compasión por el otro que nos lleve a la acción para mitigar su sufrimiento. La empatía ha sido la base de la civilización, no su principal amenaza. La civilización implica el cuidado del otro y la consideración de la vulnerabilidad compartida; implica el entender que la suerte, no sólo el trabajo duro, participa en la aparición de privilegios; implica saber que, si vamos a sostener la igualdad en dignidad de todos los seres humanos sin importar su origen, raza, religión o lugar de nacimiento, es una obligación compartida luchar, porque ninguna persona viva por debajo del umbral de la vida digna.
Lo que esconden las palabras y los actos de Musk es una ideología en la que sólo hemos de estar interesados en nuestro propio bienestar, considerando cualquier atención al cuidado del otro como una debilidad. Ésta no sólo es la verdadera amenaza a la civilización occidental, sino a la humanidad en su conjunto.
Si bien una revisión a dependencias como USAID y al actuar de las ONG me parece indispensable, desmantelarlas es, de facto, condenar a muerte a millones de personas que, en aras del America First, son vistas como prescindibles. Son vidas sin reconocimiento que podemos fácilmente ignorar en un acto degradatorio e inhumano.