Las noticias sobre la actividad económica de esta semana anticipan un desempeño preocupante para la economía, mientras que la inflación muestra una evolución favorable, lo que podría propiciar un mayor y necesario relajamiento monetario.
En el ámbito productivo, el Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE), considerado un indicador mensual del PIB, registró su segunda caída consecutiva. En enero, se redujo un 0.2% respecto al mes previo, tras haber caído un 1.1% en diciembre. Este dato fue inferior a la estimación oportuna, que proyectaba un crecimiento del 0.1%. En términos anuales, el IGAE mostró estancamiento.
Esta tendencia en la producción nacional es preocupante, ya que refleja un claro deterioro y aumenta el riesgo de que la economía entre en recesión técnica. Para que esto ocurra, deben cumplirse dos condiciones básicas. La primera es que la economía registre dos trimestres consecutivos de contracción. Hasta ahora, el PIB ya cayó un 0.6% en el cuarto trimestre de 2023 respecto al trimestre anterior. Llevamos un poco más de la mitad con el resultado de enero.
La segunda condición es que la desaceleración sea generalizada en la mayoría de los sectores económicos. En este sentido, el informe del IGAE revela que, de los 19 sectores analizados, casi la mitad registraron caídas mensuales en enero. Aunque aún no hay datos definitivos, es probable que el PIB vuelva a contraerse en el primer trimestre de este año.
Entre los factores que explican esta debilidad económica destacan la caída en la inversión pública y privada, impulsada por la incertidumbre derivada de amenazas arancelarias; la pérdida de dinamismo en el empleo; el estancamiento de las remesas; y el deterioro de la industria manufacturera en Estados Unidos.
Además, el gasto público sufrió una drástica contracción del 14% en términos reales, muy por debajo del crecimiento programado del 10%. Sorprende que la política fiscal no esté mostrando el impulso necesario para reactivar la economía y, por el contrario, el subejercicio del gasto contribuye a la desaceleración económica.
Por otro lado, los datos de inflación ofrecen un panorama más positivo. En la primera quincena de marzo, el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) se redujo a 3.67% anual, desde el 3.81% registrado en la segunda quincena de febrero. Esta disminución se debe, en gran medida, a la desaceleración del componente subyacente (que representa el 75% del INPC), el cual bajó a 3.56% anual, su nivel más bajo desde mayo de 2020. Asimismo, la inflación no subyacente descendió de 4.18% a 3.89%, impulsada por la caída en los precios agrícolas y la reducción en los precios de la gasolina.
A pesar de estos resultados favorables, estimaciones propias sugieren que la inflación podría haber tocado fondo y comenzar a repuntar marginalmente hacia finales del año debido a varios factores: el alza en los precios agropecuarios, el encarecimiento de los precios al productor, la persistente inflación en alimentos procesados y la posible mayor inflación importada derivada de nuevos aranceles.
Los resultados inflacionarios refuerzan la posibilidad de un mayor relajamiento monetario por parte de Banxico con una baja de medio punto porcentual en la tasa de interés en su reunión de este jueves. El componente subyacente ya se encuentra dentro del rango objetivo, la inflación en servicios está en su nivel más bajo en tres años y las señales de desaceleración económica se acumulan.