El tema de la migración ilegal es sumamente complejo. Todo país tiene derecho a exigir que sus fronteras sean respetadas y que exista orden y legalidad en los procesos migratorios que se lleven a cabo. La molestia de gran parte de la población estadounidense y del actual gobierno está fundada y es de esperar que existan medidas que correspondan a esta preocupación genuina.
Desde el gobierno de Obama se ha atendido esta preocupación de una forma bastante más agresiva que en el pasado. Trump no ha llegado sus números récord de deportaciones, aunque sus acciones han sido mucho más crueles y escandalosas. Todos recordamos las infames imágenes durante su primer mandato en las que podíamos ver cómo separaban familias y enjaulaban a niños, incluso bebés, en bodegones que no tenían las condiciones mínimas para un trato digno. No sólo se criminalizó a los niños, sino que se les separó de sus padres y algunos de ellos nunca volvieron a verse puesto que se perdieron en el caos administrativo de aquel gobierno.
En esta ocasión vemos que nuevamente el tema de la inmigración es una bandera del gobierno de Trump y que, con menos reflectores y un plan mejor orquestado, está operando de la misma manera cruel que pretende ser disuasoria para los migrantes. Hace unos días se han retirado los fondos para la defensoría de los niños migrantes que llegan solos a la frontera. Este pequeño acto tiene grandes e infames consecuencias. Los menores no acompañados tienen que defenderse solos, sin el apoyo de un traductor y un abogado, en una corte migratoria que define su destino. Esto no sólo es ilegal según las normativas internacionales, sino que es inhumano.
Muchos de estos niños vienen huyendo de la violencia y el hambre. Sus casos están amparados en leyes internacionales que contemplan la trata, la violencia, las guerras y los desastres naturales como causales para buscar asilo. Sus casos merecen ser escuchados ante una corte que pueda dirimir su destino protegiendo su especial vulnerabilidad al ser menores de edad. Sin embargo, estos niños que se tienen que presentar solos ante un juez no entienden la ley, muchos no hablan inglés e, incluso, algunos son tan pequeños que ni han aprendido a hablar en su lengua materna. Es una parodia de la justicia que viola su dignidad y derechos fundamentales.
Republicanos y demócratas habían acordado en el pasado que los niños tenían derecho a representación legal en los tribunales de migración. Era un límite fundamental de decencia que ambos partidos respetaban. Pero la era Trump ha trastocado los valores fundamentales de la política estadounidense. Es una vergüenza que la violación de derechos de los infantes se esté usando como arma disuasoria para la migración.