ENTRE COLEGAS

Nuevo (des)orden comercial

Horacio Vives Segl. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón
Horacio Vives Segl. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón Foto: larazondemexico

En los hechos, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha decretado la implosión del orden comercial global, rompiendo con las reglas “más sagradas” que hasta hace nada regían al comercio internacional, como lo son —o eran— la normatividad de la Organización Mundial de Comercio o los tratados suscritos entre naciones o bloques regionales.

La ya muy divulgada “tablita”, con la que se anunciaron los aranceles, más que el producto de un análisis técnico racional pareciera ser la más grave y reciente de las ocurrencias del inquilino de la Casa Blanca y de sus iluminados asesores en la materia. Aranceles por pirinola cargada, podríamos decir, donde todos pierden.

Trump anunció una serie de tasas aplicables a más de 180 países y bloques comerciales, esto es, prácticamente a todo el mundo. Los efectos se hicieron sentir de inmediato: el “lunes negro” que padecieron las bolsas de valores del mundo, precedidas por pérdidas ya importantes el jueves y el viernes de la semana pasada, así como la multiplicidad de ajustes en anuncios de inversión y, también, en parte, las protestas del fin de semana en distintas ciudades de Estados Unidos, en oposición a otras de sus políticas, como la erradicación de las medidas DEI (Diversidad, Equidad e Inclusión), la deficiencia de los servicios de salud o la agresiva política migratoria. Más consecuencias, con toda certeza catastróficas, se irán cuantificando a lo largo del tiempo. ¿Será el nacimiento de un nuevo orden comercial internacional o terminará en un enorme fracaso? Está por verse.

En política exterior, Trump ha decidido intervenir y desafiar comercialmente a todo el mundo, a la vez que manifiesta su desprecio por el derecho internacional y por el multilateralismo, una de las principales banderas y aciertos que tradicionalmente había sostenido Estados Unidos para ejercer su influencia mundial.

En situaciones particulares estamos los países socios del T-MEC. La defensa sin ambages que en su momento realizó Justin Trudeau de la soberanía canadiense ante los embates de Trump, le permite a su actual sucesor, Mark Carney, sostener un liderazgo que eventualmente podría llevar a Canadá a un cambio sin precedentes en su relación con Estados Unidos, valiéndose de sus recursos internos —un Estado y una economía fuertes— y de la importancia del papel que Canadá tiene en el orden internacional y en los importantísimos organismos de los que forma parte, como lo son el G-7, la OTAN y la Commonwealth. Por el contrario, en una estrategia reactiva y de concesiones, México “festeja” que no apareció en la “tablita” y que, en perspectiva, no ha sido tan castigado como otros países. Con la renuncia, desde 2018, a ocupar un lugar relevante entre la comunidad internacional, las amenazas a la economía (inseguridad y deficientísimo Estado de derecho) y sin una estrategia contundente, nuestro país sigue a la expectativa de los caprichos del indeseable inquilino de la Casa Blanca.

Desde luego, y a pesar de que ni siquiera hemos llegado a los 100 días del gobierno de Trump —apenas van 79, que se han sentido como un collar de melones—, todo tiene la mira puesta en las elecciones intermedias, que se celebrarán dentro de un año y medio. Las mayorías que tiene en el Congreso son estables, pero estrechas, y para nada incólumes. Un resultado electoral adverso implicaría diques de contención ante las decisiones catastróficas que ha tomado y que, todo parece indicar, seguirá tomando. Todavía Estados Unidos cuenta con capacidades institucionales para hacer frente a la debacle.

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