Lo que niegas te somete
Lo que aceptas te transforma
(C.G. Jung)

Nuevo Consejo Presidencial
Mucho del sufrimiento humano se deriva del rechazo a la realidad tal y como se presenta, pero hay otra forma de aproximarse a este problema a partir de la aceptación. Aceptar no es sinónimo de rendirse ni de dejar de luchar por lo que es justo y mejor. Se trata de no poner el acento en el rechazo.
En la práctica, parece que mientras más luchamos contra algo, más lo reforzamos. Mientras más busco la paz, menos la encuentro. Mientras más fijo la atención en querer ser feliz, menos feliz me siento, porque las grandes cosas a las que podemos aspirar, llegan por añadidura. El necio (o el neurótico) no alcanza la paz porque lucha por alcanzarla.
Hay que empezar por aceptar lo que es en lugar de querer ser lo que no somos. No saber, en lugar de causar angustia, podría ser el punto de partida de la creatividad.
La aceptación lúcida de la realidad ha sido el punto de partida de muchas corrientes filosóficas como el taoísmo o el estoicismo. Se trata de aprender a querer las cosas como son. Es la afirmación de la vida como es, de acuerdo a Spinoza. La aceptación de la verdad o el amor fati, el amor al destino, que es un sí a la vida como ha sido, como es y como será, con sus imperfecciones e incertidumbres.
Una de las emociones que acompañan a la aceptación es la serenidad, que es el ánimo ecuánime ante las cosas, aun las más incomprensibles y misteriosas, como el sufrimiento, la enfermedad y la muerte.
¿Qué nos impide la aceptación?
Una mente que dice que no, que esto no debería ser como es; las mentes con expectativas rígidas sobre cómo deberían ser las cosas; las ideas demasiado claras sobre cómo deberían ser los demás, el mundo, ellos mismos.
El yo ideal, que no debería sentir ira ni resentimiento, que no se deprime y es feliz. Una de las definiciones de neurosis es la lucha entre el yo verdadero y el yo ideal. En esta comparación, siempre salimos perdiendo, porque rechazamos la experiencia presente de lo que somos. Muchos se frustran porque creen que después de tanto tiempo o de tanta terapia, ya no deberían sentir envidia, ansiedad o tristeza. Pensar “no debería” nos aleja de la aceptación. Resistirse al dolor, resistirse a sentir lo que sentimos, multiplica el dolor y lo vuelve crónico, insidioso. Aceptar es estar presentes para sentir el miedo, el dolor, la pena, la vergüenza, la alegría, el éxtasis. O se está dispuesto a sentirlo todo, o se está muerto por dentro.
A veces el apego a las metas, a los objetivos, la obsesión con los resultados, con los cambios, con la mejora personal, son mecanismos de evitación del presente.
La aceptación no es lo mismo que la aprobación intelectual. Tampoco significa que no hagamos nada para modificar lo que sea posible. No es resignarse a las circunstancias. Se trata de cómo queremos vivir lo que no podemos cambiar o quitarse de una situación de dolor en lugar de intentar modificarla. Se trata en última instancia de amar la vida sin importar lo que pase.
La AceptaciónValeria Villa
*Basado en la conferencia de Mónica Cavallé, doctora en filosofía por la Universidad Complutense de Madrid
Psicoterapeuta sistémica y narrativa desde hace 25 años. Éste es unespacio para la reflexión de la vida emocional y sus desafíos.

