A veces nos cosificamos —nos tratamos como seres sin sentimientos— o nos animalizamos — nos tratamos como seres sin criterio propio— o nos maquinizamos —nos tratamos como seres cuya única función es estar al servicio de una tarea—.
En cada una de esas operaciones se niega a los seres humanos su dignidad o, para ponerlo de otra manera, se niega el valor y el sentido de su existencia. Por eso mismo hemos buscado maneras de evitar que eso suceda. Los llamados “derechos humanos”, por ejemplo, se han postulado como derechos que tienen los seres humanos por el mero hecho de ser humanos, sin importar su sexo, su edad, o su raza. Por desgracia, esos derechos no han impedido que millones de seres humanos sigan siendo tratados como cosas, bestias o máquinas. Defender nuestra humanidad, por lo mismo, es no dejarse cosificar, animalizar y maquinizar.
Desde una perspectiva kantiana, la cosificación, la animalización y la maquinización pueden verse como tres modalidades de la instrumentalización del ser humano, es decir, de tomar al ser humano como un medio en vez de como un fin. Esta instrumentalización se puede llevar a cabo de manera planificada e incluso industrializada por el Estado y otros poderes políticos o económicos, pero también sucede en la relación más íntima entre dos seres humanos, de una manera más modesta, aunque no por ello menos cruel.

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Otra manera de plantear la diferencia ontológica entre los humanos y el resto de los entes fue planteada por Sartre en El ser y la nada. Sartre sostuvo que los humanos no somos seres en sí como las cosas, los animales o las máquinas, sino seres para sí. Sin embargo, siempre existe el peligro de que se nos trate como seres en sí, es decir, de cosificarnos, animalizarnos o maquinizarnos. Otro peligro, no menos frecuente, es que uno mismo se cosifique, animalice o maquinice, que es lo que Sartre llamaba la mala fe.
Los riesgos de la cosificación, la animalización y la maquinización cada vez son más altos en el mundo contemporáneo. A finales del siglo pasado, Eduardo Nicol acuñó el concepto de razón de fuerza mayor para describir el proceso de deshumanización al que se enfrenta el ser humano en un mundo ultra-tecnificado.
Sobran ejemplos de los peligros de deshumanización que ahora enfrentamos. El concepto de biopolítica, desarrollado originalmente por Foucault, nos ha ayudado a entender cómo el control de los cuerpos tiene una dimensión deshumanizadora. Por ejemplo, muchas veces los marcadores biométricos son usados para reclamar propiedad y dominio. Es así como decimos que ese animal marcado es mío o es tuyo o que ese ser humano marcado es mío o es tuyo. O que decimos ese animal marcado se llevará a éste o a aquel matadero o ese ser humano marcado a éste o aquel centro de detención.
guillermo.hurtado@razon.com.mx / @hurtado2710

