El próximo 4 de mayo el Consejo de Morena dará a conocer la carta que la Presidenta, Claudia Sheinbaum, envió al partido y en la que se presume, llama a atender sus principios, a aplacar ambiciones apenas disimuladas de sus figuras, unas más prominentes que otras, que pelean, por el futuro, personal, de sus clanes y tribus.
Ahora Morena sabe lo que es vivir en la orfandad formal de su líder moral y gobernarse sin AMLO en Palacio Nacional.
Hoy Claudia Sheinbaum, heredera del bastón de mando, símbolo de su jerarquía política al interior del aparato electoral del caudillo, enfrenta apetitos o costumbres altaneras de excorcholatas o la impunidad de Cuauhtémoc Blanco como licencia vitalicia que inspira estar al lado del poder en turno.

Magnicharters, de pena
Morena corre ante el espejo para ser calca del PRI de los años setenta. Las prácticas corporativas para legislar rayan en lo pueril. Sus arrebatos forzan a la Presidenta a enmendarles prisas y abusos. Las mezquindades de quienes recibieron el premio de consolación al haber perdido la nominación presidencial frente a Claudia Sheinbaum, tumban iniciativas legislativas de Palacio Nacional.
El 4 de mayo Morena tendrá terapia de choque. El espontáneo y orgánico nombramiento de Andrés Manuel López Beltrán en la poderosa Secretaría de Organización del partido y su personal forma de ejercer el encargo, proyectan la sombra de la imposición de candidaturas para las próximas elecciones en clave Macuspana, no de Palacio Nacional.
La idea de un liderazgo partidista débil en manos de Luisa María Alcalde y la costumbre de mandar y operar que tienen cabezas en las Cámaras y todo lo que en sus órbitas de poder impulsan o la individual ruta que el expetista Gerardo Fernández Noroña imagina para ser candidato a la Presidencia en 2030, crece a la luz de los hechos.
El embate y su posterior retracción con la Ley de Telecomunicaciones, añade razones a la percepción de que en Morena, les ganan las ganas.
Las ambiciones están desatadas y, al fin de cuentas, viejos lobos de mar, sabiendo que sólo uno llegará, los demás, o sea todos, se pertrechan en la acumulación de recursos políticos y económicos para que, en caso de no imponer su nominación, al menos queden blindados y empoderados.
Mientras tanto, el Gobierno federal se las arregla con los disparates del vecino del norte y sus afectaciones en el terreno de la economía y el magro crecimiento de la productividad nacional. Desde Palacio atienden dos frentes, el de los hechos cotidianos y el de la casa en llamas que habitan sus compañeros —que no leales ni afines— que buscan ganar el futuro sin importarles el presente.

