La venganza es una sopa que se sirve fría. Esto lo saben y lo padecen quienes desempeñan labores de seguridad y combate a la criminalidad.
Los oficiales policiacos se exponen a que los alcancen los bandidos años después de que algún episodio los coloca como blancos en el largo plazo.
Las historias, al respecto, son múltiples, acaso como una suerte de destino ineludible, aunque no tienen que ser así.

Magnicharters, de pena
Es lo que acaso ocurrió con Iván Morales Corrales, quien fue suboficial de Inteligencia de la Policía Federal. Lo mataron, este miércoles, en Temixco, Morelos, un día antes de que se cumpliera una década del operativo en el que se intentó detener a Nemesio Oseguera, El Mecho.
Hace 10 años, el 1 de mayo de 2015, sicarios del Cártel Jalisco Nueva Generación derribaron un helicóptero de las fuerzas de seguridad en los alrededores de Villa Purificación, en Jalisco, donde se sospechaba que se encontraba el capo.
El saldo resultó terrible, porque perecieron nueve personas, integrantes de un grupo especial de combate a la delincuencia organizada.
Morales Corrales, único sobreviviente, contó que sintió un golpe secó en el fuselaje, muy distinto al de los impactos de bala, y que la caída se hizo inminente; ya en el suelo, se arrastró lo más lejos posible del helicóptero en llamas, para posteriormente quitar el seguro de su pistola, y resguardarse, ya que se escuchaban disparos. Lo rescataron, pero sufrió quemaduras en el 70% de su cuerpo.
El oficial herido en el cumplimiento del deber mostró una gran entereza y se sobrepuso a las lesiones que, sin embargo, le dejaron huellas permanentes, que no impidieron que testificara contra Rubén Oseguera, El Menchito.
La suya había sido una historia de resiliencia, pero los criminales, por lo visto, tenían otros planes.
El entonces Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, le entregó la condecoración al mérito de primera clase de la Policía Federal en una ceremonia realizada en el Auditorio Nacional, donde Morales Corrales resultó ovacionado por sus compañeros de corporación y por sus jefes, Renato Sales Heredia, coordinador de la Comisión Nacional de Seguridad; Enrique Galindo, comisionado jefe, y Omar García Harfuch, titular de la División de Investigación.
La Policía Federal, se estableció entonces, tenía la misión de “trabajar para que las leyes y las instituciones sean la estructura sobre la que se desarrolle la vida democrática y el bienestar de la sociedad”.
Todo ello con el impulso de tres ejes: el de la cercanía con la población, la profesionalización y la preparación para adecuarse al nuevo sistema de justicia.
El caso de Morales Corrales debe servir para reflexionar sobre la suerte de los policías, el abandono en que muchas veces se encuentran, y en la falta de reconocimiento social.
Un hecho triste, porque arriesgan sus vidas para proteger a otros, porque enfrentan a bandas de delincuentes que no tienen límites ni escrúpulos.

