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Mujica, terca sencillez

Salvador Guerrero Chiprés*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

José Mujica no fue un caudillo ni un teórico, menos un administrador ejemplar. Tampoco fue sólo, como él mismo decía, “un viejo terco”. Es el símbolo de las mayores cualidades de excepcionales gobernantes. Virtudes cardinales y contemporáneas: la templanza del honesto, la justicia del equilibrado, la fortaleza del guerrillero maduro y la prudencia de quien se anticipa en el abandono de lo material para enfrentar el vacío infinito.

El legado del expresidente de Uruguay fallecido ayer no está en programas de gobierno, sino en su camino, expresión, enfermedad, curación y preparación ante lo inconmensurable.

Pepe fue una anomalía entrañable: líder sin vanagloria, político que prefirió el valor de la palabra a la trivialidad pasajera de los reflectores. En la izquierda progresista latinoamericana fue el raro caso de quien sale de prisión con más esperanza que odio. Preso entre 1972 y 1985, buena parte en condiciones infrahumanas, jamás buscó venganza.

En México, donde la izquierda llegó al poder con un movimiento que durante décadas se construyó desde la resistencia, su figura tuvo una resonancia especial. Andrés Manuel López Obrador lo recibió con calidez y afecto en 2019. Hablaron largo en Palacio Nacional. A Mujica le gustaba el estilo del tabasqueño: austero, tozudo. “Ese hombre quiere a su país y no roba, eso ya es mucho”, dijo alguna vez. “Es un viejo sabio”, regresó AMLO.

En 2022, tras departir con Pepe y Evo Morales durante el desfile del 16 septiembre, la ahora Presidenta Claudia Sheinbaum escribió en sus redes junto a una foto de los tres: “Compartimos la identidad latinoamericana, la convicción y la lucha por los sueños de transformación de nuestros pueblos, con ideologías firmes y el trabajo honesto como estandarte”.

La revolución del siglo XXI, decía el uruguayo, no vendría con fusiles, sino con sensibilidad en la guerra contra la desigualdad. Políticas públicas semejantes en Uruguay y México aun con los casi 8 mil kilómetros de distancia: las y los más necesitados al centro, las periferias como punto de atención y una economía con carácter social.

Ideas reflejadas también en el liderazgo de Clara Brugada como Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, quien encarna esa otra vertiente del legado de Mujica: el poder como gestión igualitaria de lo cotidiano, como defensa del territorio, como construcción de comunidad desde abajo.

Uruguay, México y Chile, entre otros, representan a la apoyable izquierda del continente. Comparten una idea de nación menos excluyente.

Enfermo de cáncer, Mujica habló más que nunca de la muerte: “Quiero tomarme licencia antes de morirme, sencillamente porque estoy viejo. Hay un tiempo para venir y otro para irse y así como se caen las hojas de los árboles también nos caemos nosotros”. Se desprendió del árbol y depositó para siempre su semilla en la memoria popular.

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