PESOS Y CONTRAPESOS

De las drogas (3/5)

Arturo Damm Arnal. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: La Razón de México

No estoy a favor de las drogas, pero sí de la libertad para que cada quien decida, asumiendo el riesgo y la responsabilidad, si las produce, ofrece y vende, si las demanda, compra y consume. Y estoy a favor por motivos de principio y por razones de ineficacia.

En el anterior Pesos y Contrapesos expliqué, desde la perspectiva del liberalismo, entendido como un principio de conducta (respetando los derechos de los demás, y asumiendo el riesgo y la responsabilidad, haz lo que quieras), los motivos de principio. En este explicaré, desde la óptica del Análisis Económico del Derecho (¿cuáles pueden ser las consecuencias de una ley una vez promulgada?, mismas que no tienen que coincidir con las intenciones del legislador), la razón de la ineficacia.

¿Cuál es la intención al promulgar leyes que prohíben desde la producción hasta el consumo de drogas? Evitar el daño que ocasionan, lo cual, como propósito, es indiscutible. La pregunta es si basta que se promulguen leyes que prohíban desde la producción hasta el consumo de drogas para que dejen de producirse y consumirse. La respuesta, tanto desde la lógica de la acción humana (la praxeología), como desde los resultados de la acción humana (la historia), es un rotundo no.

Empiezo, de manera muy resumida, por la historia. Fue en 1971 cuando, por iniciativa de Richard Nixon, en aquel entonces presidente de los Estados Unidos, dio inicio la guerra contra las drogas, la prohibición, bajo amenaza de castigo en caso de incumplimiento, de su producción y consumo, que dejaron de considerarse conductas éticamente reprobables (vicios), para definirse arbitrariamente como actividades delictivas (crímenes), objetos de la prohibición y castigo gubernamentales, lo cual fue un grave error.

Han pasado 55 años, la guerra contra las drogas continúa, y no se ha logrado, no digamos eliminar su producción y consumo, ni siquiera reducirlos, aunque fuera poco. Al contrario: la tendencia es a la alza (véase el Informe Mundial sobre Drogas 2024, de la ONU), y, más preocupante, han surgido nuevos problemas, relacionados con la faceta delictiva del narcotráfico, que no es la producción, oferta y venta de drogas, sino las extorsiones, secuestros, torturas y asesinatos. ¿Qué explica este fracaso? La lógica de la acción humana.

¿Qué es lo que hace que una ley sea eficaz, entendiendo por ello que genere en la persona la obligación ética de cumplirla, es decir, la decisión, por convencimiento, de obedecerla? Lo que hace que una ley sea eficaz es que sea justa, y son justas las leyes que reconocen plenamente, definen puntualmente y garantizan jurídicamente los derechos de las personas. Las leyes que prohíben y castigan la producción y consumo de drogas son (como vimos en el anterior Pesos y Contrapesos) injustas, por lo que no generan en las personas la obligación ética de cumplirlas, resultando ineficaces. Su incumplimiento no genera remordimientos de conciencia (la producción y consumo de drogas sí debe generarlos).

Dado que la prohibición de las drogas es injusta es que es ineficaz, y dado que es ineficaz es que se siguen, y seguirán, produciendo y consumiendo. La prohibición, injusta e ineficaz, no es la manera correcta de acabar con las drogas, una guerra muy difícil de ganar, si no es que imposible.

Continuará.

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