PESOS Y CONTRAPESOS

De las drogas (5/5)

Arturo Damm Arnal. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Arturo Damm Arnal. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: La Razón de México

La lógica explica lo que los hechos muestran: que no es prohibiendo la producción y el consumo de drogas como se van a eliminar.

La prohibición no ha terminado con las drogas y ha dado lugar a problemas más graves: las conductas delictivas de los narcotraficantes (extorsiones, secuestros, torturas y asesinatos), cuya causa es la prohibición. Prueba de ello es que entre productores y oferentes de otras sustancias dañinas y adictivas (alcohol y tabaco), que no están prohibidas, no tienen lugar esas conductas criminales. No hay alcoholtraficantes y tabacotraficantes que extorsionen, secuestren, torturen y asesinen.

Lo injusto de la conducta de los narcotraficantes no es la producción, oferta y venta de drogas, conductas éticamente reprobables pero no delictivas por su propia naturaleza, razón por la cual no deben prohibirse y castigarse, sino los crímenes (extorsiones, secuestros, torturas y asesinatos), que, por violar derechos, sí son conductas delictivas por su propia naturaleza, motivo por el cual sí deben prohibirse y castigarse.

El reto es doble: terminar con las conductas delictivas de los narcotraficantes y terminar con la producción y el consumo de drogas. ¿Cómo intentarlo?

Si la causa de las conductas delictivas de los narcotraficantes es, aunque no sepamos explicar bien a bien por qué, la prohibición de las drogas, eliminarla es condición necesaria (¿suficiente?) para ponerles fin, eliminación a la cual se oponen, en primer lugar, los narcotraficantes, porque se les acabaría el negocio multimillonario en dólares y, en segundo término, quienes, desde el gobierno, están coludidos con los narcotraficantes, participando de sus ganancias. El modo de operar del narco no se entiende sin el contubernio de autoridades gubernamentales.

La primera opción para terminar con la producción de drogas consiste en terminar con su consumo, lo cual, por tratarse de un vicio, no resulta fácil y, tal vez, nunca se logre. Si no hay consumo deja de haber producción. Lo difícil, por tratarse de un vicio, es que deje de haber consumo.

La segunda opción para terminar con la oferta de drogas es que quienes las producen, sabiendo el daño que su consumo causa, por lo que su producción, oferta y venta son conductas éticamente reprobables, decidan dejar de hacerlo, lo cual me remite a la primera ley del mercado que dice que “si el consumidor está dispuesto a pagar el precio al que el oferente está dispuesto a proveerlo, consideraciones éticas aparte, habrá oferta”. Para que los productores de drogas dejen de producirlas deben incorporar las consideraciones éticas, que en este caso consiste en tomar en cuenta el efecto que el consumo de drogas tiene sobre la salud, la dignidad y la vida de las personas, demanda, compra y consumo de drogas que supone previamente su producción, oferta y venta.

Por lo general se cree que si no desaparece el consumo de drogas no desaparecerá su producción, lo cual no es cierto. Si el productor de drogas incorpora en su toma de decisiones consideraciones de tipo ético, relacionadas con las consecuencias desastrosas que el consumo de drogas tiene en las personas, puede decidir dejar de producirlas, decisión que, por tratarse del negociazo del que se trata, es poco probable, pero no imposible.

La ética debe poder más que el afán de lucro.

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