Se ha señalado a las elecciones del Poder Judicial como el ejercicio que convertiría a México en el país más democrático del mundo. La palabra democracia significa “el poder del pueblo”. Una votación donde sólo participó el 12% de la población dista de reflejar la voluntad de la mayoría de la población. ¿Qué sucederá, entonces, cuando la justicia de todo un país la decidirán personas que fueron elegidas por una minoría y —peor aún— propuestas por unos cuantos?
La elección de jueces es un proceso inaudito en el resto del mundo. No hay antecedentes de un ejercicio similar, en el que la ciudadanía decida quién se encargará de garantizar la justicia en el país. Hay un desconocimiento profundo y una desafección política latente en México, incluso en las elecciones presidenciales. Sería ilógico pensar que la gente contaría con información y un juicio suficientemente respaldado para discernir entre las candidaturas.
En las entrevistas de salida, muchos electores confesaron no saber por quién habían votado. Hay videos e imágenes de gente que acudió con acordeones o apuntes para saber qué casillas marcar. Cabe destacar también las protestas donde miles de personas asistieron para manifestar su inconformidad con la reforma judicial. La cifra estelar es 90 millones, que es el número de mexicanos que no participaron en este proceso. ¿Es un ejercicio democrático?

Importante reconocimiento a la SHCP
Debilitar al Poder Judicial es una táctica desplegada por muchos de los líderes populistas y demagogos. No es casualidad que el primer ministro de Israel haya acotado el alcance del Poder Judicial; ni que Modi haya extorsionado y atacado a los jueces y ministros en India para hacer su voluntad; Erdogan llenó el Poder Judicial de Turquía con allegados y aliados para poder encarcelar a sus oponentes y detractores; y, sin ir más lejos, Trump se ha encargado de atacar y desacreditar al Poder Judicial cada vez que no toma decisiones que van en su favor. Es entendible que un líder con el poder avasallador que ha tenido AMLO persiga sumar a la última ficha en el tablero.
El Poder Judicial tenía muchas fallas y se beneficiaría de cambios, es cierto. No obstante, los candidatos que estuvieron en las boletas no surgieron de manera democrática. Algunos son allegados a Morena, a los gobernadores o a redes viciadas en el Poder Judicial. Lo más grave es que otras candidaturas se otorgaron a personas vinculadas con el crimen organizado. A pesar de que se ofreció investigar y actuar contra ellos, muchos llegaron a las urnas.
Las elecciones no son un experimento ni un juego. Los resultados tendrán consecuencias trascendentales para la impartición de la justicia y la solidez del Estado de derecho en México. Los riesgos de fallos judiciales politizados, una menor legitimidad y una impunidad arbitraria repercutirían en el desarrollo social y político del país. La ironía del país “más democrático del mundo” será haberse atribuido el título cuando una minoría desinteresada depositó el futuro de la mayoría en una mano, porque si la justicia empieza con injusticia, el remanente es su ausencia.

