En 2023, el reconocido jurista Cass Sunstein publicó el ensayo titulado Por qué soy liberal, en el que hizo un esfuerzo notable por clarificar un término que —a pesar de los innegables logros que ha aportado a las sociedades— ha sido duramente atacado debido al uso partidista que se le ha dado.
La primera aclaración del ensayo es fundamental: el liberalismo, en su sentido clásico, es una doctrina política centrada en la libertad individual, el pluralismo, la tolerancia, el Estado de derecho, la seguridad y la limitación del poder estatal. Esto no lo vuelve ajeno a los problemas sociales ni ciego a las obligaciones del Estado de garantizar condiciones materiales básicas, como sostienen muchos de sus críticos.
Sunstein articula su defensa en torno a cinco ejes principales: el liberalismo como teoría política moderada; como respuesta a las críticas contemporáneas; su relación con el bienestar; la importancia de la libertad de expresión y el pluralismo de las ideas; y, finalmente, el diseño institucional y las intervenciones conductuales.

Acapulcazo de Claudia
Me referiré brevemente a cada uno. Durante el siglo pasado, la teoría política quedó atrapada en un falso dilema entre libertad e igualdad. Filósofos como Will Kymlicka llegaron a pensar que esta tensión era insuperable. Sin embargo, el conflicto podría haberse resuelto con una formalización lógica: no se trata de conceptos contradictorios. Por ello, el liberalismo puede ofrecer una vía razonable e intermedia que equilibre ambos valores.
Las críticas contemporáneas al liberalismo, por otro lado, suelen partir de una confusión entre este y el libertarianismo o el neoliberalismo. Sunstein sostiene que el liberalismo político nada tiene que ver con esas versiones económicas extremas. Desde esta distinción, defiende un liberalismo comprometido con el bienestar, capaz de justificar intervenciones moderadas para reducir la pobreza, proteger el medio ambiente o garantizar derechos fundamentales. Todo ello, sin renunciar al principio del máximo respeto por la libertad individual y evitando cualquier deriva autoritaria.
En este marco, la libertad de expresión y el pluralismo son condiciones indispensables para una democracia viva, capaz de nutrirse de todas las voces ciudadanas. Eso implica, por supuesto, escuchar opiniones distintas y, en ocasiones, acordar en desacuerdo.
Quizá el punto más controvertido de la defensa de Sunstein sea el último: el diseño institucional y las llamadas intervenciones conductuales. El autor sostiene que un Estado liberal puede —y debe— ayudar a los ciudadanos a tomar mejores decisiones, siempre que no imponga un único camino. A pesar de su eficacia, la llamada “arquitectura de decisiones” gubernamental ha recibido críticas por percibirse como una forma sutil de manipulación.
Resultado de este ensayo, el próximo septiembre saldrá el libro Sobre el liberalismo, por qué soy liberal que revitaliza un concepto urgente en un mundo cada vez más polarizado. Frente al populismo, la intolerancia y la nostalgia autoritaria, el liberalismo bien entendido sigue siendo una apuesta ética y política por la libertad, la razón y la convivencia.

