En cuanto se supo que Hugo Aguilar Ortiz encabezaba las votaciones en la elección judicial y podía convertirse en el próximo presidente de la Corte, los críticos de la 4T mostraron su supuesta cara indigenista.
Más de uno nos compartió en los chats de WhatsApp las notas periodísticas sobre la colaboración de Aguilar Ortiz en la organización de las consultas sobre el Tren Maya y otras megaobras de AMLO. Yo tomo con pinzas mucha de esa indignación opositora porque, como le dije a Gerardo Laveaga, por un lado, le asusta que se enseñe náhuatl en algunas preparatorias y, por el otro, supuestamente le indigna que Hugo Aguilar haya sido facilitador de megaproyectos que impactan a las comunidades indígenas.
El propio gobierno de Claudia Sheinbaum ha reconocido las afectaciones ambientales provocadas por el Tren Maya. Lo cual es diferente de los tuits y notas en Facebook que dicen, lapidariamente, que “se destruyó la selva maya”. Concretamente, 20% del bosque tropical que rodea al tren podría desaparecer definitivamente si no se toman medidas de remediación ambiental. Ése es el verdadero tamaño de la responsabilidad que tiene el futuro presidente de la Corte. Responsabilidad hacia el pasado y hacia el futuro, pues la nueva Corte tendrá que decidir si, en México, están vigentes las normas ambientales y los derechos indígenas o son papel mojado.

Mal momento para bloquear
La alianza entre ambientalistas y pueblos originarios es profunda porque ambos defienden formas de vida menos destructoras de la naturaleza. La agroecología mesoamericana es la mayor aportación de México a la humanidad. La contaminación se reduce cuando, en vez de comprar una bolsa con frituras de maíz, comemos un tamal envuelto en hojas biodegradables. Pero eso no significa que todas las personas que se autodefinen como “indígenas” o “ecologistas” luchen por salvar al planeta de la crisis ambiental.
Ya veremos quién es Hugo Aguilar Ortiz. Por lo pronto, la participación electoral de las comunidades indígenas fue entusiasta y lo favoreció. Los whitexicans que habitan en un México imaginario afirman que esos votantes fueron “acarreados”. Ignoran que, a diferencia del individualismo occidental, nuestros pueblos originarios deciden muchos asuntos colectivamente, pero deciden ellos mismos mediante asambleas e intensas discusiones. La foto de un grupo de mujeres mixes con acordeones despertó el racismo de algunos ignorantes que no conocen ni a su país, ni Estados Unidos, donde las elecciones de jueces locales también requieren de papelitos con los nombres que resultan de una selección colectiva (véase mi columna de la semana pasada).
Lo que sí comparto con los críticos de la reciente elección es la preocupación por la independencia judicial. A partir de ahora, los contrapesos son internos a la 4T que no es homogénea. Hay dentro de ella marxistas y neoliberales, indígenas y desarrollistas. Pero no se iba a prevenir esa victoria morenista arrolladora llamando a no votar y con sólo citar a Mariano Otero, Ignacio L. Vallarta y otros juristas mexicanos legendarios en las columnas de los periódicos.

