De manera casi sorpresiva, el peso mexicano ha registrado una apreciación significativa frente al dólar estadounidense. En lo que va del año, el tipo de cambio ha pasado de niveles de 20.80 a aproximadamente 19.00 pesos por dólar, lo que representa una revaluación cercana al 9%.
Si bien algunos fundamentos macroeconómicos podrían justificar esta fortaleza —como el superávit en la balanza comercial, el elevado nivel de reservas internacionales y el amplio diferencial entre las tasas de interés internas y externas—, la causa principal parece radicar en un proceso de debilitamiento generalizado del dólar como divisa hegemónica global.
En efecto, el dólar ha experimentado una depreciación frente a la mayoría de las principales monedas. Por ejemplo, frente a una canasta de divisas de economías avanzadas, la moneda estadounidense ha caído también en torno al 9%. Este fenómeno obedece a múltiples factores que han generado dudas sobre la solidez de la posición internacional del dólar, entre ellos, una creciente salida de capitales desde Estados Unidos hacia economías europeas en búsqueda de refugio en el euro y en bonos soberanos alemanes, así como un repunte notable en el precio del oro, activo tradicionalmente considerado como refugio.

Cónclave para el regalo de Alito
Entre los factores estructurales que explican la debilidad reciente del dólar destacan los siguientes:
Desdolarización de reservas internacionales: Economías emergentes, en particular China, han reducido gradualmente su exposición a activos denominados en dólares. China ha venido disminuyendo sus tenencias de deuda pública estadounidense durante los últimos ocho años, a la par que ha incrementado de forma constante sus reservas en oro (añadiendo más de 15 toneladas recientemente). Aunque estas acciones por sí solas no implican un colapso del dólar, sí generan incentivos para que otros países adopten estrategias similares.
Incertidumbre por políticas proteccionistas: La imposición de aranceles bajo la administración Trump ha exacerbado la incertidumbre económica, afectando negativamente las expectativas de crecimiento de Estados Unidos y debilitando la confianza en su economía, lo cual incrementa la percepción de riesgo frente al dólar.
Fragilidad fiscal estructural: La deuda pública estadounidense continúa en ascenso, mientras que el déficit fiscal alcanzó 6.4% del PIB el año pasado. Si bien no se anticipa un incumplimiento en el pago de la deuda, la persistencia de déficits superiores al 5% del PIB genera preocupación en los mercados financieros sobre la sostenibilidad fiscal de mediano plazo.
Presiones sobre la política monetaria: El gobierno estadounidense ha incrementado su presión sobre la Reserva Federal para reducir las tasas de interés. Aunque la Fed ha mantenido una postura prudente ante presiones inflacionarias, se espera que en mayo del próximo año el presidente Trump proponga un nuevo titular para la Fed, alineado con su objetivo de reducir significativamente las tasas de interés, lo que podría contribuir a una depreciación adicional del dólar.
A pesar de estos factores que explican la debilidad actual del dólar, es importante subrayar que la moneda estadounidense conserva su papel como principal divisa de reserva internacional, respaldada por la fortaleza productiva, institucional y tecnológica de la economía norteamericana. Además, no se vislumbra en el corto plazo un activo alternativo con la escala y liquidez necesarias para sustituir su papel dominante en el sistema financiero global. Por lo tanto, la depreciación observada no necesariamente será de carácter permanente.
En el caso de México, el consenso entre los analistas apunta hacia una depreciación moderada del peso hacia finales del año. Este ajuste estaría asociado a una reducción en el diferencial de tasas de interés, al efecto acumulado de las medidas proteccionistas estadounidenses, y a la incertidumbre derivada de la renegociación del T-MEC, la cual redefinirá los términos de la relación comercial bilateral con Estados Unidos.

