Inmediatamente después de que entró en vigor el cese al fuego, Irán e Israel se declararon vencedores de la guerra de los 12 días. En el caso de Irán, queda claro que no se trata de una victoria.
Espías israelíes lograron penetrar los más altos mandos del ejército y de la Guardia Revolucionaria, asesinando a casi toda la cúpula militar del país; sus fuerzas aéreas prácticamente destruyeron el sistema de defensa iraní y atacaron decenas de blancos estratégicos y simbólicos, además de eliminar buena parte de su arsenal balístico, en particular lanzamisiles.
Es cierto que, al contrario de lo que algunos esperaban o deseaban, el régimen no cayó (al menos por el momento); sin embargo, esto está lejos de ser una victoria. El régimen atraviesa su peor momento desde que llegó al poder en 1979 y la economía del país está devastada.

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El caso de Israel es más complejo. El primer ministro, quien acudió de inmediato al Muro de los Lamentos a dar gracias, ha tratado de imponer una narrativa de victoria absoluta. Sin lugar a dudas, Israel ha fortalecido su capacidad disuasiva: tras observar sus capacidades, Irán pensará dos veces antes de volver a atacar. Sin embargo, el régimen iraní sigue en pie y aún conserva cientos de misiles balísticos que podría usar contra Israel.
La verdadera pregunta, no obstante, es si Israel y Estados Unidos lograron el objetivo central de esta guerra: acabar con el programa nuclear iraní. Todavía no tenemos una respuesta definitiva. Por un lado, reportes de CNN, The New York Times y de los servicios de inteligencia británicos revelaron que Irán ocultó una parte considerable de su uranio enriquecido y sugirieron que los ataques sólo lograron retrasar su avance hacia la bomba nuclear por algunos meses. Por otro lado, el presidente Trump, el ejército israelí y la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) han afirmado que el programa nuclear iraní ha sufrido un golpe grave, que podría haberlo atrasado por años. Si se trata sólo de un retraso de meses, la operación habrá sido en vano; si en cambio se trata de un golpe mortal al programa nuclear, entonces puede hablarse de una victoria.
Irán no logró causar el daño que los cuerpos de seguridad israelíes habían anticipado. Según reveló la prensa local, se estimaban cientos de muertos y daños significativos a la infraestructura. No obstante, aunque murieron menos de 30 personas, los daños son serios: más de 10 mil personas perdieron sus hogares e Irán logró atacar blancos estratégicos como el Instituto Weizmann, una refinería en el norte y la bolsa de valores israelí.
Además, Israel —ya endeudado tras más de un año y medio de guerra— gastó cientos de millones de dólares en defensa y ataque, y su economía sufrió un duro golpe, con una caída estimada del crecimiento anual de alrededor del 2.0% ¿Valió la pena el precio que pagó el país? Eso sólo lo sabremos cuando se conozcan más detalles sobre el estado actual del programa nuclear iraní.

