Durante la Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo de la ONU, que se lleva a cabo en la ciudad española de Sevilla, se han vivido momentos de tensión y desesperanza. Esta cumbre se celebra cada 10 años y busca generar alianzas para crear fondos de ayuda para el desarrollo principalmente en el sur global. Durante las últimas décadas la tendencia había sido al alza, en donde cada vez más países se comprometían a aportar económicamente para diversas metas estratégicas de desarrollo. Sin embargo, en esta edición los aires han cambiado.
Hacía décadas que no se tenía un escenario geopolítico tan convulsionado. Desde los años 70 para nuestros días, el crecimiento del multilateralismo y las preocupaciones ante problemáticas globales en materia de salud y medioambiental, por ejemplo, habían sido un motor para generar sinergias. Hoy las fronteras se han vuelto a dibujar y la incertidumbre económica y política ha elevado las preocupaciones en torno a la seguridad, lanzando a las naciones en una deriva proteccionista, aislacionista y francamente belicista que tiene efectos directos en las voluntades y capacidades para financiar fondos internacionales para el desarrollo.
Los llamados dentro de la cumbre, desde el Rey de España, Felipe VI, hasta el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, han abogado por el fortalecimiento de una comunidad internacional que no sólo apoye a los más vulnerables, sino que entienda que sólo somos tan fuertes como lo es nuestro eslabón más débil. Si algo nos enseñó la pasada pandemia es que la tragedia y el dolor no respetan fronteras y que este tipo de problemáticas deben abordarse desde una mirada global y solidaria.
El gasto de las naciones en financiamiento para el desarrollo viene a la baja al tiempo que aumentan su presupuesto en seguridad. Esto responde al clima de tensión en el que los ecos de la guerra retumban cada vez con mayor fuerza. Ya sea por propia voluntad o arrastrados por las circunstancias y las presiones, todos los países han retirado recursos de las causas humanitarias. La consecuencia directa de esta acción serán muertes y la destrucción de plataformas de apoyo que poco a poco venían dando resultados. Será un retroceso doloroso que afectará el destino de millones de personas y que tardará años en revertirse.
Aunque el panorama no es halagüeño, el multilateralismo es el camino más acertado para la paz y el desarrollo. Los problemas globales requieren soluciones globales. Esta cumbre será el sonido de una voz en el desierto que esperemos retumbe con fuerza y nos impida olvidar que existen otros caminos en los que la unidad y la misericordia pueden ser la muestra de nuestra verdadera humanidad.
