Apertura generosa y nunca la sombra del odio. Ciudad solidaria y comunidad comprometida dispuesta a hacer cumplir la ley y reivindicar la primera dimensión cívica de una colectividad autorrepresentada como base de la seguridad: nos es indispensable el respeto a la otra, el otro y, ante la insistencia de decirlo, del otre.
Al mismo tiempo, para ningún sector de la población, salvo para los victimarios, es antipática la idea de combatir la impunidad. Debe castigarse a los responsables y ponerse límite al abuso que lastima a personas, pertenezcan o no a la autoridad, tengan propiedades o no en el mismísimo trayecto de las manifestaciones.
Deben ser sancionadas las afectaciones a una ley representativa de la comunidad; respaldarse la ejecución de la misma por un gobierno avalado por la enorme mayoría de la ciudad. Del plato a la sopa se cae la legitimidad si nos alejamos de las expectativas justas de la opinión pública.

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¿Se ignorará la obligación de sancionar? Sean delitos de odio, como algunas expresiones del racismo de la viralizada mujer en amenazante denigración de un oficial de la policía capitalina, o se trate de ilícitos amenazantes de la integridad de las personas o sus bienes, tal como ocurre con las manifestaciones excediendo los límites de convocantes y de la causa defendible, la obligación es clara. Adjetivo y nombre de la titular del Gobierno.
La izquierda en el Gobierno de nueva cuenta se halla a prueba. ¿Cómo trascender el falso dilema de hacer cumplir la ley con el uso de la fuerza pública y al mismo tiempo no perecer por la autocrítica y la crítica de ser o parecer “represor”?
Algunas violencias barren o juzgan con la mirada, descalifican color de piel, tipo de cuerpo, vestimenta. Fomentan el odio al otro por su origen o diferencias. El trending topic es placebo popular de la denuncia. Se exhibe el desgarre de un tejido urbano y suburbano en una fractura llamada racismo, clasismo o xenofobia; las otras violencias del nosotras, nosotros, nosotres.
Las manifestaciones recientes contra la gentrificación revelan una contradicción incómoda. Apoyamos el activismo, no sus excesos violentos. Como Marx y a pesar de él apreciamos al proletariado, pero no al lumpemproletariado si no hubiera de sobrevivirse al ánimo decimonónico transformador. Carteles en inglés tachados, discursos nacionalistas cargados de resentimiento, miradas de desprecio hacia quienes nacieron en otro lugar. Posterior uso hermenéutico gringo del evento. Uso actual del activismo fundamentalista.
En este contexto, reconocer la disposición de la Presidenta Claudia Sheinbaum y de la Jefa de Gobierno de la CDMX, Clara Brugada, para construir espacios inclusivos es útil para recordar la existencia resiliente de un apetito socialmente sensible y renovador. Cuánto falta.

