EL ESPEJO

Enterarse de la justicia desde lejos

Leonardo Núñez González. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Leonardo Núñez González. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: La Razón de México

En ciertas ocasiones la verdad no llega de la voz de los propios habitantes de un lugar, sino que atraviesa mares y fronteras para hacerse escuchar. Así parece suceder con algunas historias recientes sobre corrupción y poder de las que hemos tenido que saber porque vienen desde afuera del país, especialmente en los trabajos de cortes y fiscalías extranjeras.

La semana pasada en una corte de Estados Unidos, Ovidio Guzmán, hijo del famoso narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán, acordó declararse culpable y cooperar con las investigaciones de las autoridades estadounidenses. Su testimonio podría revelar conexiones, rutas y, quizás, nombres de actores que hasta ahora permanecían ocultos. Como un rumor que avanza como avalancha desde afuera y que al principio se trata de minimizar, este caso nos debería recordar que las grandes revelaciones, a veces, ocurren lejos de casa.

Esta historia se parece a otra muy conocida que recorrió todo un continente. Fue la del escándalo de Odebrecht, la constructora brasileña que en 2016 confesó en una corte de Estados Unidos haber entregado casi 788 millones de dólares en sobornos en más de una decena de países, incluyendo a México, Brasil, Perú, Colombia y Panamá, entre otros. Las consecuencias en América Latina han sido enormes y variadas: expresidentes encarcelados, algunos mandatarios destituidos y, en un caso trágico, incluso el suicidio de Alan García, expresidente peruano, cuando la justicia tocaba a su puerta.

En México, ese capítulo aún está en incompleto. Si bien Emilio Lozoya, exdirector de Pemex, enfrentó acusaciones públicas relacionadas con esa trama desde el periodismo de investigación, su paso por prisión no fue debido a este caso y tampoco llevó a una explicación ni deslinde de responsabilidades completa del supuesto esquema de corrupción con los contratos de la petrolera y Odebrecht.

Otro relato similar se desprende de una disputa entre empresarios israelíes sobre Pegasus, un sofisticado sistema de espionaje adquirido en el gobierno del expresidente Peña Nieto. En medio del litigio en Israel, documentos presentados sugieren posibles pagos indebidos para asegurar contratos en México. Y así, nuevamente, la verdad parece haber tomado vuelo hacia tierras lejanas para poder vislumbrarse con claridad.

En todas estas historias, la moraleja parece repetirse: cuando un país no termina de resolver ciertos misterios en casa o prefiere mirar hacia otro lado, a menudo es en otras latitudes donde finalmente se descubre la verdad completa. No se trata sólo de México, sino de un patrón común en muchas partes del mundo, donde las instituciones locales, por diversas razones, no logran o no quieren llevar hasta el final ciertas investigaciones.

Es un fenómeno global: a veces es necesario el contraste, la perspectiva desde lejos, para ver con claridad aquello que desde cerca permanece opaco. Tal vez esta sea la principal lección de estas historias recientes: que las instituciones locales deben fortalecerse, no sólo por la obligación natural de impartir justicia, sino para evitar que las verdades importantes deban ser reveladas siempre por actores externos. Porque, aunque las fábulas internacionales puedan enseñarnos mucho, siempre será preferible aprender y resolver nuestros enigmas sin necesidad de esperar a que la respuesta venga desde lejos.

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