Dado que el gobierno mexicano no ha combatido, con la eficacia que Trump quiere que lo haga, a los cárteles de las drogas, y como represalia por no haberlo hecho, a partir del 1 de agosto impondrá un arancel del 30% a las importaciones de productos mexicanos, con lo cual, de entrada, para efectos prácticos, cancela el T-MEC, una de las pocas instituciones eficaces que nos quedan a los mexicanos para conseguir más producción de bienes y servicios, más empleos, más ingresos, más bienestar.
Lo contradictorio del caso es que con la imposición de aranceles Trump castigará, a los productores y exportadores mexicanos, y a los importadores y consumidores estadounidense, a quienes “tomará como rehenes”, pero no al gobierno mexicano, quien directamente no asumirá ninguno de los costos de los aranceles. De ambos lados de la frontera pagarán justos por pecadores.
Además de castigar con aranceles, Trump amenaza con más aranceles. Cito de su carta a Sheinbaum: “Si por alguna razón usted decide aumentar sus aranceles, entonces cualquiera que sea el número que elija para aumentarlos, se añadirá al 30% que cobraremos”, lo cual podría dar inicio a una guerra arancelaria entre el gobierno mexicano y el estadounidense, que podría ser el primer paso hacia una guerra comercial, que limitaría cada vez más el comercio entre mexicanos y estadounidenses, con las consecuencias negativas que ello tendría, no solo entre los productores y exportadores mexicanos y estadounidenses, sino también entre los importadores y consumidores estadounidenses y mexicanos.

Cónclave para el regalo de Alito
Si el gobierno mexicano, equivocadamente, decidiera responder al arancel trumpiano del 30%, con un arancel del 30% a las importaciones de productos estadunidenses (con lo cual castigaría directamente a los productores y exportadores estadounidenses, y a los importadores y consumidores mexicanos, no a Trump), Trump elevaría el arancel del 30% al 60% (con lo que castigaría de manera directa a los productores y exportadores mexicanos, y a los importadores y consumidores estadounidenses, no a Sheinbaum).
A Trump, como buen neomercantilista que es, lo que le interesa es que se produzca en los Estados Unidos, al costo que sea, no que se produzca en donde el costo sea el menor posible. En su carta a Sheinbaum lo deja claro. Cito: “Como es de su conocimiento, no habrá arancel si México, o las empresas dentro de su país, deciden construir o manufacturar productos dentro de los Estados Unidos y, de hecho, haremos todo lo posible para obtener las aprobaciones de manera rápida, profesional y rutinaria, en cuestión de semanas”. Lo que quiere Trump, como debe quererlo cualquier gobierno, es atraer inversiones directas, que produzcan bienes y servicios, creen empleos y generen ingresos. Lo que le critico a Trump no es el qué: querer atraer inversiones directas, sino el cómo: amenazando y castigando con aranceles, que son una salvajada, razón por la cual deberían estar constitucionalmente prohibidos.
Trump usará la represalia de los aranceles para castigar al gobierno mexicano, pero también para corregir el déficit comercial de la balanza comercial de los Estados Unidos con México, muestra de su peligrosa (¿exagero?), ignorancia en materia de economía.
Continuará.

