La reunión de líderes progresistas convocada por el presidente Gabriel Boric en Santiago de Chile, a la que han asistido los mandatarios de Brasil, Lula da Silva; de España, Pedro Sánchez, de Uruguay, Yamandú Orsi, y de Colombia, Gustavo Petro, traza muy bien el arco de la izquierda democrática en Iberoamérica. Impulsado por la Fundación Ebert, el foro nombra las amenazas al orden democrático.
El encuentro identifica con claridad el deterioro de la institucionalidad en la región. Se refieren los líderes a fenómenos globales que no provienen directamente de fallas de la gobernabilidad democrática, como el auge de la posverdad o las fakenews, la agresividad retórica, los rebrotes de proteccionismo o la tendencia a la desglobalización, pero que inciden en el avance autocratizador.
Esos liderazgos comparten valores similares de tránsito hacia las energías limpias, de profundización de los derechos de tercera y cuarta generación y de sostenimiento de los equilibrios de poderes. El hecho de que en la mayoría de los países que representan esos liderazgos la tendencia autocratizante se ubique en las derechas hace que las izquierdas se comprometan más con la democracia.

Ahora sí, a transparentar concesiones
En la convocatoria, Boric se refirió a corrientes golpistas que se han manifestado, con claridad, en Brasil, país en que dio inicio el último periodo de regímenes militares de la Guerra Fría. El proceso contra Jair Bolsonaro pone en evidencia la configuración de ese flanco autoritario, que conjuga militarismo y conservadurismo, en una variante política que no oculta su nostalgia por las últimas dictaduras anticomunistas de la región.
El deterioro del consenso democrático está relacionado con la crisis de los foros de integración, especialmente de aquellos que provienen del marco iberoamericano. La presencia de Sánchez en Santiago refuerza esa dimensión que entrelaza la democracia con el interamericanismo. La reunión chilena muestra mayor eficacia que una cumbre iberoamericana, donde las divisiones emergerían de manera inevitable.
Los gobernantes reunidos se han referido a las polarizaciones que afectan las políticas domésticas, especialmente, a partir del ascenso de las nuevas derechas. Pero es inocultable que la polarización también corroe las plataformas de integración. Esas divisiones, que no sólo separan las izquierdas y las derechas sino que fragmentan el campo heterogéneo de las izquierdas, son contrarrestadas con discursos simuladores que inventan unidades inverosímiles.
Fue revelador observar que líderes tan distintos como los mandatarios de Gran Bretaña, Canadá y México se sumaran a la convocatoria de Chile. No hace mucho, la Presidenta Claudia Sheinbaum incluyó a los gobiernos bolivarianos dentro del bloque progresista regional. Pero la documentación programática de la reunión de Santiago de Chile parte de un compromiso con la institucionalidad democrática que no cumplen esos regímenes.

