En el siglo XVIII, la Ciudad de México era sede de uno de los emblemas más representativos de la justicia parcial y selectiva: la Cárcel de la Acordada.
Fundada en 1751, sus muros de piedra rojiza eran símbolo de miedo. En esa enorme construcción no se buscaba redimir, se castigaba con saña al infractor sin apellido ni posición.
La Acordada operaba como un tribunal exprés para apresar bandidos y ladrones. Pero su función real era castigar con brutalidad a quien carecía de influencia o recursos. El encargado del castigo era Miguel de Velázquez, un personaje temido que, según los relatos de la época, azotaba, encadenaba y toleraba que los reos fueran devorados por alimañas. Fue un monumento viviente a lo que el pueblo llamó “la ley del embudo”: dura con los de abajo, blanda con los de arriba. Quienes no tenían apellido ni fortuna sufrían encierro, tortura y olvido en calabozos húmedos, fríos e insalubres, mientras que los ricos conseguían impunidad con un soborno o una carta de recomendación.

¿Y si en la propia 4T frenan la electoral?
Tres siglos después, la ley del embudo sigue intacta. Cuando pensamos que el cambio de régimen traería justicia, la realidad es que pocas cosas han cambiado. A quien roba un pan para comer lo procesan con todo el peso de la ley. Pero a figuras como Andy López Beltrán, que ostenta una fortuna inexplicable y cuya pregunta es: ¿de dónde?, ya que no se le conocía empresa o trabajo anterior al mandato de su padre. Un personaje que viaja al extranjero, que se hospeda en lujosos hoteles, que es visto visitando tiendas de lujo, y que, a pesar de los señalamientos, de las sospechas y de las incógnitas, no le pasa nada; sólo guarda silencio.
Otro caso es el de los Yunes, no sólo tienen sospechas e indicios que pesan en su contra, hay actos de corrupción documentados y denunciados, pero viven y viajan con un cinismo que ofende y lacera. ¿Qué ha pasado con ellos? Nada.
Alito Moreno, el exgobernador de Campeche y presidente nacional del PRI, es un individuo que, lejos de su discurso estridente y que ha logrado ocultarse debajo del velo de ser oposición, no ha podido ocultar, y mucho menos explicar, el origen de su fortuna. Y de esto, los campechanos no me dejarán mentir: los números no cuadran.
Otro ejemplo es el exalcalde de Matamoros, y hoy diputado federal del PVEM, Mario La Borrega López, no sólo heredó una deuda histórica a la actual administración, se fue sin pagar proveedores, y se asegura que presuntamente incrementó sus arcas personales con obras a sobreprecio y compras simuladas.
El alcalde de Cuyoaco, Puebla, de extracción priista, Iván Camacho Romero, dejó evidencia en video de la prepotencia que caracteriza a la clase política. El susodicho ordenó a sus escoltas intimidar a los trabajadores de una tienda de ropa en Angelópolis, Puebla. ¿Su solución? Lanzó un comunicado culpando a su elemento de seguridad y prometió correrlo… pero, ¡él le ordenó hacerlo! Qué cinismo.
Hoy éste y todos los demás personajes dejan un tufo de impunidad que ofende, que duele y que el pueblo se cansa de ver, porque en este México “no pasa nada”.
Lo que antes pudieron ser barrotes, hoy es fuero. Lo que antes pudo ser látigo, hoy es blindaje político. Cambiaron las piedras por alfombras rojas, pero el patrón es el mismo: la justicia es severa con el pobre y complaciente con el poderoso.
Y así como la Acordada servía más al poder que a la ley, hoy seguimos atrapados en una versión moderna de ese mismo sistema. Donde el infractor tiene rostro, y el encarcelado nunca es él.
La ley del embudo prevalece, y lo peor del caso es que se normalizó a tal grado que, cuando se cuestiona a los imputados, su salida siempre es la misma: “golpeteo político”, “me persiguen por ser oposición”, “politiquería barata”, “si tienen pruebas que las presenten”. Mientras que, para el ciudadano de a pie le toca “la Acordada”, y la respuesta siempre es la misma: “Si cometió un delito, que pague”.
Reenviado
“Robaban a manos llenas y ahora lo más que pueden decir de nosotros es que nos contradecimos, no, no se contradice nada. A mí me preguntaron por qué no estaba en el conseįo. Yo diįe, pues he de haber ido de vacaciones, pues yo tenía razón. Ni siquiera es que supiera”, señaló.
“Hoy sacaron que vieron a López Beltrán en un hotel de luįo en Tokio. Nos van a pasar la lista en qué hoteles podemos estar y en qué hoteles no. (...) No está robando, es de su ingreso. ¿Por qué no va a ir? Si lo pagan de su bolsillo, ¿Cuál es su problema? Pues eso, que son hipócritas y que están en el golpeteo” ¡Plop!
-Senador Gerardo Fernández Noroña, Morena.
