TEATRO DE SOMBRAS

La guerra y el patriarcado

Guillermo Hurtado. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: La Razón de México

¿Cuál es el fin de la lucha contra el patriarcado? No es fácil responder a esta pregunta con exactitud. Podemos imaginar que sería una forma de organización social en la que los hombres y las mujeres vivieran de manera armónica, sin que nadie dominara al otro por motivos de género; pero eso resulta muy vago; no sabemos qué normas, costumbres o estructuras tendría esa sociedad completamente post-patriarcal.

Una pregunta que podríamos plantearnos es la de si con el fin del patriarcado a nivel global acabarían las guerras. ¿Acaso la guerra es un efecto del patriarcado? ¿Acaso la única manera de alcanzar la paz mundial es instaurar de manera firme y definitiva una sociedad post-patriarcal?

Para responder estas preguntas o, por lo menos, para empezar a imaginar cómo podríamos ofrecer una respuesta tentativa a ellas, hemos de tener alguna idea un poco más elaborada de cómo sería la sociedad post-patriarcal.

Un post-patriarcado en el que la humanidad pudiera superar el ciclo de violencia bélica en el que se encuentra desde hace miles de años no podría ser un matriarcado. Me explico: no se trata de que las posiciones de poder que ahora tienen los hombres las ocupen las mujeres. En un caso como el anterior, todavía podríamos imaginar que quienes tocaran las trompetas de guerra fueran las mujeres, que fueran ellas las que acudieran al campo de batalla para matarse entre ellas y, de paso, a hombres y a niños inocentes. Un mundo de amazonas, pues.

Una respuesta feminista al escenario anterior consiste en rechazar el supuesto que después del patriarcado lo que vendría habría de denominarse como un “matriarcado”. El feminismo ha rechazado el concepto de matriarcado, entendido como una especie de patriarcado con faldas y sin bigotes. Es más, se ha advertido que ese concepto ha de entenderse dentro de una estrategia de quienes se aferran al patriarcado y han inventado una figura de paja que amenace a los hombres con un régimen de dominación. Dicho de otra manera, en ese matriarcado tan temido las cosas seguirían igual de mal, pero en vez de que hubiera jefes habría jefas, en vez de que hubiera dominio masculino habría dominio femenino. La violencia estructural sólo cambiaría de bando.

Lo que sostiene el feminismo es que el fin del patriarcado es el fin del sometimiento de las mujeres, no el comienzo del sometimiento de los hombres. De lo que se trata, más bien, es de la liberación de todos los seres humanos por igual, sean hombres o mujeres. En una circunstancia así, quizá no sería utópico suponer que las guerras acabarían, que los seres humanos aprenderían a vivir de una manera distinta, privilegiando la amistad y la cooperación, en vez de la enemistad y la competencia. Para alcanzar ese estadio de la humanidad, los hombres y las mujeres tendrían que trabajar juntos en el mismo ideal.

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