LA VIDA DE LAS EMOCIONES

La burda ostentación

Valeria Villa*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Se puede analizar la ostentación material desde varias perspectivas. Por una parte, pensar en las dinámicas psíquicas que están en juego cuando una persona necesita mostrar riqueza, posesiones u objetos de lujo para construir su identidad o valor personal. La ostentación puede ser una expresión de narcisismo: los objetos materiales son investidos de energía psíquica (libido) y se convierten en significantes narcisistas. Las cosas materiales pueden ser artículos de lujo, aviones en primera clase en la que el trato es especial, viajes a países lejanos, autos, casas.

Los objetos se utilizan para validar una imagen idealizada de sí mismo que todo lo puede y tiene lo que quiere; también sustituyen carencias afectivas con cosas visibles y admirables para obtener así reconocimiento. Es un camino para sostener la autoestima.

El objeto del lujo puede funcionar como fetiche. Encubre la falta (siempre nos falta algo) y es un intento de completar lo que internamente se siente incompleto. El fetiche opera como una defensa frente a la angustia de no ser suficiente.

La ostentación muchas veces responde a conflictos de inferioridad sobrecompensando una imagen interna empobrecida con lujos externos.

Puede suponerse una necesidad de atraer la mirada del otro, de tratar de incidir en la percepción social para ser considerado exitoso y llenar así vacíos internos.

En un sentido más existencial, la ostentación puede ser una defensa contra el terror a la insignificancia, armando una identidad artificial construida en el registro del tener y no del ser. Los objetos se vuelven símbolos que representan poder, dominio y éxito.

La ostentación material de los políticos que predican la austeridad es escandalosa porque se trata de una flagrante contradicción entre el discurso consciente (lo que dicen) y las dinámicas inconscientes (lo que hacen).

Con frecuencia, el político se presenta como una figura austera, ética, cercana al pueblo y casi aspiracional, pero no logra renunciar a los símbolos materiales de poder que necesita para sostener su lugar de superioridad.

El político se autoriza a gozar donde otros no pueden, de casas, relojes, trajes, viajes, comidas. Un desdén por el pueblo que tanto usa para sus fines políticos. Un casi flagrante acto de corrupción porque ciertos niveles de vida son impensables con los ingresos declarados de algunos servidores públicos.

El pueblo debe sacrificarse, pero él representa una excepción. Está por encima de las reglas que impone. Lo hace porque puede, porque no hay diques, porque se siente invulnerable, porque sabe que tiene todo el poder sin límites.

El discurso sobre la austeridad es sólo una coartada moral. Lo que se oculta no es solamente la riqueza, sino la falta de coherencia, de integridad y legitimidad.

La ostentación es un mensaje cifrado al ciudadano: “Aunque finja ser uno de ustedes, sigo estando por encima de ustedes”.

VALE VILLALa burda ostentación

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