Hay quienes consideran que el dinero y el mercado son malos. Afortunadamente, para ellos, la tienen fácil. En sus manos está evitarlos: que no vuelvan a usar dinero, nadie los obliga, pueden decidir no usarlo, y que no vuelvan a participar en el mercado, nadie los fuerza, y también pueden elegir no participar. Si lo hicieran, ¿cuáles serían las consecuencias?
Ya vimos, en el anterior Pesos y Contrapesos, cuál sería la consecuencia de no utilizar dinero: en el mejor de los casos verse limitado al trueque, en el peor dejar de realizar intercambios (lo que implica dejar de participar en el mercado). En ambos casos el bienestar se vería seriamente afectado. ¿Qué pasaría si se decidiera no participar en el mercado?
El mercado es la relación de intercambio entre compradores y vendedores, cuyo resultado es un bien común: bien porque ambas partas GANAN, común porque AMBAS partes ganan, y ello es así porque cada una valora más lo que recibe que lo que da a cambio. Si no fuera así no intercambiarían.
Para que el intercambio (el mercado), sea posible se requiere de la división del trabajo (que A produzca vino y B produzca pan), que eleva la productividad del trabajo (al paso del tiempo, dado que A solo produce vino, se volverá más productivo, capaz de producir más litros de vino en menos tiempo, y dado que B solo produce pan, también se volverá más productivo, capaz de producir más hogazas de pan en menos tiempo), que aumenta la producción, reduce la escasez y aumenta el bienestar. Y esto, el aumento en el bienestar de las personas, es el fin de la economía.
División del trabajo: A produce solo vino (satisface su sed pero no su hambre), y B produce solo pan (satisface su hambre pero no su sed). Aparición de ofertes y demandantes: A ofrece vino y B pan, B demanda vino y A pan. Intercambio: A da vino a cambio de pan, satisface sed y hambre; B da pan a cambio de vino, satisface hambre y sed. El mercado (el intercambio), es una conducta colaborativa entre compradores y vendedores: A y B colaboran entre sí para que A satisfaga su hambre y B satisfaga su sed. Ambos aumentan su bienestar. ¿Qué tiene de malo? Nada. Y, sin embargo, hay quienes, junto con el dinero, lo consideran un mal.
Quienes consideran que el mercado es un mal la tienen fácil: en sus manos está no participar en él. Que no vuelvan a actuar como oferentes y demandantes. Que no vuelvan a actuar como oferentes quiere decir que no vuelvan a vender nada, comenzando por su trabajo. Que no vuelvan a actuar como demandantes quiere decir que no vuelvan a comprar nada, comenzando por los satisfactores básicos: alojamiento, agua y comida, ropa y calzado, atención médica y medicinas, educación, transporte, y un larguísimo etcétera.
Quien renuncia a participar en el mercado (a comprar y a vender), se condena a sí mismo a la autarquía (autosuficiencia), a tener que producir por sí mismo todos los bienes y servicios que necesita. ¿Qué pasaría con su nivel de bienestar? Caería en picada. Sería, más o menos, el que tendría un náufrago abandonado en una isla desierta. Si bien le va logra sobrevivir en condiciones precarias.
Quienes afirman que el dinero y el mercado son un mal no saben lo que dicen. ¿Estarían dispuestos a dejar de usar dinero y a no participar en el mercado? No lo creo.