LA UTORA

Saña contra las mamás

Julia Santibáñez. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón
Julia Santibáñez. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón Foto: larazondemexico

En la anterior columna de La Utora hablé de la primera y reciente cirugía de mi hija. Del miedo por la anestesia general, de que por Fortuna salió bien. Dije que otra vez me hice cargo de todo, tanto emocional y económicamente como de atención, porque desde hace años el padre obvió su responsabilidad. Corrijo: en estas semanas la llama cada tercer día. Señalé que existe violencia en la idea de que las mujeres cuidamos mejor a los demás. Que la biología nos capacita para ello. El agusteo de la justificación machista. Se aprende, señores. Se aprende.

Nosotras debemos renunciar a la vida individual y, si tenemos el privilegio de seguir una vocación, ésta debe supeditarse a la crianza, de acuerdo con la mirada que millones de ellos ensalzan. Que muchas de ellas reproducen, sin tomar conciencia. Como detalla Lina Meruane, hoy atestiguamos un “exceso de obligaciones [que] no experimentaron nuestras madres (y menos nuestros padres, que no movían un dedo)”. Así, hasta invadir cada esfera vital, en un grosero retroceso a conquistas logradas por el feminismo. Pienso: criar ya no implica sólo amar, alimentar, jugar con, procurar, evitar riesgos, estimular, llevar al doctor. Se añade una prolongada lactancia, la organización de cumpleaños sofisticadísimos, la presencia en festivales escolares y actividades vespertinas incompatibles con un trabajo, entre otras necesidades. ¿Quién debe cumplir con cada una? Las mamás. Claro.

Es muy arbitraria la exigencia no escrita de dar atención a otros. Según el Inegi, de las personas que brindaron cuidados dentro del hogar en México durante 2022, sólo 24.9 por ciento fueron hombres y 75.1 por ciento, mujeres. Tendría que ser un escándalo que millones de nosotras seamos las cuidanderas primarias, debamos trabajar fuera, trabajar dentro de casa y además encargarnos de menores, padres, enfermos o ancianos.

Además está que a los padres nadie los juzga por tener aspiraciones profesionales, pero la sociedad y los empleadores nos demandan priorizar uno u otro terreno. “¿Cómo se concilian escritura y pulsión sexual, maternidad y ambición, talento y hogar? ¿Por qué no hay épicas femeninas?”, se pregunta María Negroni. Como poeta, editora y gestora cultural no me quejo de atender a mi hija, sino de la normalización del esquema abusivo, que muchas veces deriva en agotamiento constante. Enojo. Vivir siempre al límite.

Laura Baena, presidenta de la asociación española Yo No Renuncio, ofrece una visión que penetra con bisturí: “Lo que hacemos las madres no es conciliar, es sobrevivir a costa de nuestros propios recursos. Habrá que pararse un día y decir ‘hasta aquí’. Ese día será la revolución de las madres y entonces, sólo entonces, los gobiernos no podrán seguir mirando a otro lado”. Suscribo. Muchísimo suscribo.

¿A qué hora empezamos a defendernos de esta saña cotidiana? ¿Cómo tejemos más redes de apoyo para criar de forma no desangrante, sino gozosa? ¿Elegida por nosotras, no por señoros irresponsables?