FRENTE AL VÉRTIGO

Claudia y Harfuch: popularidad y poder

Pedro Sánchez Rodríguez. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón
Pedro Sánchez Rodríguez. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón Foto: Imagen: La Razón de México

A pocos días de su Primer Informe de Gobierno, Claudia Sheinbaum llega con un capital político que pocos pueden presumir: 70 por ciento de los mexicanos aprueban su gestión. Su popularidad ya no es sólo inercia heredada de su antecesor, Andrés Manuel López Obrador; hoy es, en buena medida, mérito propio. Ha sabido imprimir un sello particular a su gobierno, combinando continuidad con cambios estratégicos que le han permitido mantener el respaldo ciudadano.

La popularidad, sin embargo, no asegura gobernabilidad. Buena parte de este apoyo descansa en un tema que históricamente ha sido el talón de Aquiles de cualquier administración: la seguridad pública. En el caso de Sheinbaum, el manejo de este rubro está íntimamente ligado a su relación con Estados Unidos. La estabilidad de la relación comercial, eje vital para la economía mexicana, depende en gran medida de garantizar avances en seguridad y, en particular, en el combate al narcotráfico.

La reducción de homicidios y delitos de alto impacto, las incautaciones de droga y el control del tráfico de fentanilo, respaldados por datos oficiales y amplificados por aliados políticos, han colocado al Gobierno en el terreno del orden y el control. Aunque no todos están convencidos de la magnitud real de estos avances, lo cierto es que el mensaje ha calado en una parte importante de la opinión pública y ha permitido a la Presidenta proyectar una imagen de firmeza y resultados.

En este terreno, la figura central es Omar García Harfuch. El exsecretario de Seguridad Ciudadana de la capital y actual coordinador del Gabinete de Seguridad se ha vuelto indispensable para Sheinbaum. Su experiencia en inteligencia, su perfil técnico y su capacidad para tejer alianzas lo convierten en una pieza clave no sólo en la estrategia federal, sino también en la construcción de un mensaje político que busca marcar distancia con el sexenio anterior, particularmente en la forma de enfrentar al crimen organizado.

Harfuch no es un funcionario más. Es una de las tres personas de mayor confianza de la Presidenta. Ella le ha otorgado la influencia para colocar a sus alfiles en posiciones estratégicas: la Unidad de Inteligencia Financiera, la Fiscalía General de la República, el Centro Nacional de Inteligencia, Pemex y otras instituciones clave. Con cada movimiento, Harfuch consolida su posición como el hombre fuerte del gabinete y acumula capital político que le permite mover su propia agenda.

La apuesta por Harfuch está dando frutos. Durante este primer año de gobierno, es evidente el cambio de estrategia y el nivel de dedicación que el Gobierno federal ha puesto en este tema. Pero el reto es mayúsculo: para Sheinbaum, mantener la aprobación sin caer en la autocomplacencia; para Harfuch, capitalizar sus esfuerzos y mantener los resultados mientras avanza el sexenio.

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