ENTRE COLEGAS

El mundo arde

Horacio Vives Segl. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón
Horacio Vives Segl. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón Foto: larazondemexico

Además de las zonas en guerra asoladas en años recientes —la invasión rusa a Ucrania y el nuevo ciclo de conflicto en Medio Oriente detonado por los atentados terroristas de Hamas en Israel—, en los últimos días se han observado en distintas latitudes del planeta una serie de significativos conflictos políticos y sociales. Vaya paradoja, ante el aniversario del Día Internacional de la Paz. Hagamos una revisión.

Empecemos por Nepal e Indonesia, que comparten ciertos rasgos, si bien el caso nepalí es significativamente más grave. Desde la abolición de la monarquía en 2008, Nepal ha transitado de manera inestable en la edificación de los cimientos de su muy joven república. Lo ocurrido la semana pasada es simplemente dantesco. El detonante fue la limitación en el uso de algunas redes sociales, lo que exacerbó el disgusto entre la población, harta de un régimen autoritario, corrupto y donde el estilo de vida de la élite política y los “nepobabies” terminó por irritar a los jóvenes que conforman la Generación Z, que es la que ha encabezado el violentísimo ciclo de protestas. Han incendiado el parlamento y otros edificios públicos, así como residencias de prominentes integrantes de la élite política. En el extremo de la violencia, fue quemada viva Rajyalaxmi Chitrakar, la esposa del exprimer ministro, además de que el actual viceprimer ministro y ministro de Finanzas, Bishnu Prasad Paudel, y la canciller, Arzu Rana Deuba, fueron severamente golpeados.

En Indonesia, las protestas que recientemente se presentaron en Yakarta y otras ciudades del archipiélago recuerdan al ciclo posterior al fin de las tres décadas de la dictadura de Suharto, en 1998. Hoy, la naturaleza del reclamo social va en contra de las élites en el poder y su ostentoso estilo de vida. En su momento, el expresidente Joko Widodo apoyó al actual mandatario, Prabowo Subianto, de extracción militar, para que ganara la elección. Hoy, la pugna entre ambos es descarnada. El hecho detonante de las protestas evidencia gráficamente el origen político y social del problema: un trabajador de plataforma, ganando un salario miserable, fue arrollado por un auto blindado de la policía, asociada al servicio de las élites y represora del pueblo.

De menor intensidad, en Francia se presenta la enésima crisis política que ha de enfrentar Emmanuel Macron. El intento de impulsar recortes presupuestarios costó, una vez más, la caída del primer ministro (ya van cinco desde 2024). Así se detonó el movimiento “Bloqueemos todo” (Bloquons Tout), orquestado en redes sociales, con huelgas y protestas en varias regiones del país.

En todos estos casos se observa un descontento social por la corrupción, el dispendio en la clase política a costa de los impuestos de la ciudadanía precarizada y el nepotismo. Cosas que pasan del otro lado del mundo, al parecer tan alejadas de nuestro contexto… ¿o no?

Finalmente, es inevitable hacer referencia a la tragedia ocurrida en el puente de La Concordia, en la Ciudad de México. Otra vez en la zona de Iztapalapa, como cuando fue el derrumbe de la Línea 12 del Metro. La explosión de un camión de gas vuelve a enlutar a la capital del país. A reserva de lo que arrojen las investigaciones al respecto, otra vez la pésima infraestructura, la deficiente regulación y la impunidad provocaron la tragedia. Por más que sea el primer año de celebraciones patrias de algunas autoridades, es incomprensible e indignante que privilegien el ánimo festivo al duelo que nos enluta.

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