MARCAJE PERSONAL

La caída del Comandante H: entre la política y el crimen

Julián Andrade<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Julián Andrade*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Los casos criminales no suelen ir aparejados a las expectativas sociales, y por ello terminan por generar confusión y hasta desánimo. Esto es así porque las percepciones no siempre se pueden trasladar al complicado mundo de los expedientes y los juzgados.

Es algo que ocurrió con Arturo El Negro Durazo, el jefe de la policía en la Ciudad de México que se enriqueció hasta el delirio de construir un Partenón en Zihuatanejo, pero terminó acusado de acopio de armas, muchas de ellas inservibles o de colección. Tampoco se pudo hacer mucho con los sobornos en dólares, unos 100 mil que, en bolsas del súper, recibió Santiago Tapia Aceves, también jefe policiaco, de manos de Joaquín El Chapo Guzmán.

Esto puede ocurrir con Hernán Bermúdez Requena, el exsecretario de Seguridad de Tabasco, sobre quien pesan acusaciones de componendas criminales y de liderear a La Barredora, una afluente del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).

Al Comandante H lo atraparon en Paraguay, desde donde ya estaba proyectando negocios ilegales, de acuerdo con las autoridades de aquel país y donde, por cierto, se encuentra en arresto domiciliario su sobrino, Gerardo Bermúdez Arreola, por las gestiones en toda una red de apuestas que no contaban con las autorizaciones respectivas y que eran utilizadas para el lavado de recursos de procedencia más que dudosa.

Pero el problema que entraña el Comandante H, más allá de lo criminal, son las repercusiones políticas que puede tener su caída en desgracia. Esto es así, porque fueron los propios integrantes de Morena quienes han establecido, más con afán de golpear al pasado que con rigor, que los jefes de los policías tienen que estar enterados de las fechorías de sus subalternos.

En esa lógica es en la que se encuentra atrapado el senador Adán Augusto López Hernández, a quien le achacan presuntas complicidades u omisiones por lo que hizo y dejó de hacer, mientras su secretario de Seguridad escalaba en el mundo del hampa.

Por supuesto que es factible que el entonces gobernador no tuviera una idea precisa de lo que estaba ocurriendo, pero al mismo tiempo es verosímil sostener lo contrario, y ahí está el centro de la tormenta en curso y cuyas consecuencias y daños aún están por verse.

Acaso por ello, existe una enorme expectativa sobre lo que puede revelar el Comandante H y si en su relato se señalará con precisión sobre la red de protección con la que debió de contar a lo largo del tiempo.

Sin embargo, los principales problemas para el policía caído en desgracia no se encuentran en el ámbito de la política, sino en las cloacas donde opera el CJNG, una cofradía de maleantes que está señalada como terrorista por el gobierno de Estados Unidos. Es ahí donde tendrá que rendir cuentas.

Lo que diga el Comandante H tendrá relevancia, pero quizá no la que se espera, porque sus apremios, en estos momentos, están en otro lado.

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