Después de dos décadas, Bolivia dejará de estar bajo la influencia y liderazgo de Evo Morales y su partido. Las elecciones fueron claras. Los candidatos de izquierda ni siquiera alcanzaron la segunda vuelta, que se disputó entre una opción de derecha y una de centro derecha. Es el fin de una era; de alianzas basadas en el poder del pueblo y la ideología; y de un estilo de gobernar.
El candidato ganador, Rodrigo Paz, del Partido Demócrata Cristiano, se considera de centro derecha y representa un giro pronunciado con respecto a lo que Evo encarnaba. Paz es hijo de un expresidente, vivió en el extranjero y se educó en Estados Unidos para luego regresar y trabajar en la política en diversos puestos medios. Político de cuna, estudios y carrera, un profesional en plena regla que se hizo acompañar en la boleta con un candidato a la vicepresidencia, el capitán Edman Lara, con gran contacto con el pueblo y fama de enemigo de la corrupción. Una dupla imparable.
Paz sabe que el alto porcentaje de población indígena en Bolivia tiene muchos rostros y no todos están tranquilos con su triunfo. La estrategia de campaña y las promesas en los discursos de victoria se han dirigido a ellos. Por un lado, a las personas de origen indígena que han prosperado como emprendedores y estudiantes, que temen que más años de las políticas de izquierda y de las confrontaciones con EU terminen por mermar una ya dañada economía. La inflación arriba del 20% y la escasez de combustibles los hicieron mirar hacia el cambio. Por otro, están los indígenas de la deuda histórica, que abrumadoramente apoyaron a Evo y que ahora no están contentos con la derrota. A ellos Paz les ha prometido que no será un Milei, que mantendrá los programas sociales mientras busca reajustar en otros rubros para ofrecerles un verdadero progreso.

Góbers felices en el sorteo
Paz con su “capitalismo para todos” tratará de realizar la hazaña del centrismo: fortalecer la economía y el sector privado sin soltar a los más vulnerables. Una postura refrescante, al menos en el papel, en el escenario político actual en el que los extremismos están a la orden del día.
Parece un escenario promisorio para el nuevo gobierno. La izquierda no figuró en la segunda vuelta y la derecha concedió la victoria sin demasiados aspavientos. Internacionalmente no parece que Paz pueda encontrar enemigos declarados, aunque tampoco aliados incondicionales. Todo dependerá de su habilidad y de los resultados a corto y mediano plazo.
Con este resultado, la izquierda latinoamericana pierde un bastión sin que se engrose el número de las derechas libertarias. Esperemos que Bolivia emerja como un país de diálogo y concordia, y que su presidente lleve paz y bienestar a una población diversa y con esperanza de progreso.

