Durante doce de los veinticinco años que van de este siglo, el Partido Acción Nacional (PAN) ha gobernado México. El más longevo instituto político se renueva, se piensa a sí mismo, dicen sus actuales tutores, como algo fresco, definido y decidido a ser la opción para salir de la espiral autoritaria a la que nos encaminamos a partir de un movimiento que lo gana todo, la 4T.
De las cinco presidencias que hemos visto a partir de la alternancia del año 2000, los expresidentes panistas Vicente Fox y Felipe Calderón, no estuvieron en el evento del sábado en el Frontón México y la Plaza de la República. Sí estuvieron sentados en primera fila Enrique de la Madrid, Javier Lozano y Germán Martínez.
El PAN, este partido que en las pasadas elecciones federales subió a sus dirigentes a las candidaturas plurinominales para amarrar fuero, dieta y plataforma. Cero riesgos políticos para ellos si su candidata presidencial, en alianza con PRI y PRD, fracasaba. Y fracasó por praxis electoral.

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Durante el anuncio del relanzamiento panista en el acotado teatro del Frontón México y la blanquiazul verbena ¿popular?, alrededor del Monumento a la Revolución, los panistas se regalaron mensajes grabados de Enrique Krauze, historiador histórico que los animó a continuar en la eterna brega ciudadana.
Otro mensaje, bastante crítico, de Lorenzo Córdova, en el cual los animó a tener tantita crítica al mirarse en el espejo de esos doce años en que fueron Gobierno, en que rozaron mayorías legislativas y federales. El exconsejero presidente del INE subrayó que fueron las omisiones de entonces las que abrieron la puerta al partido-movimiento que hoy todo lo tiene.
Abajo del escenario, entre las butacas VIP algunos analistas con más ánimo que los de arriba, aseguraban que en el 2027 a Morena le van a estallar muchas bombas sociales, conflictos internos y externos, economía, seguridad, T-MEC, AMLO, revocación y candidaturas. Mismo catálogo de circunstancias que en 2021 y luego en 2024 le vaticinaron al primer piso de la 4T y López Obrador. Que todas siguen ahí, aunque ninguna cabalmente haya estallado.
Para los morenistas que desde cerca o lejos miraron el renacer panista de este año, hay una gran noticia, no hay nada que los haga temer un cambio, una definición mayúscula que permita prever algo más que encendida oratoria y aquelarres íntimos donde se hablan y miran ante un espejo acotado, pequeño ante el caleidoscopio nacional.
Esgrimir la defensa de valores fundamentales, apelar a los estandartes del conservadurismo más convencional en busca de una definición como el partido del deber ser frente al movimiento del ser, los confirma como un clan que se reinventa para subsistir como franquicia y nodo de poder político para unos cuantos.
Para los que no pueden invitar ni hablar de sus únicos dos expresidentes, vivos y alejados; su alianza será ciudadana. Ahora éstos son sus principios y directrices. Pero siempre tendrán otros a mano.

