VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Por fin: Trump sanciona a Rusia

Gabriel Morales Sod<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Gabriel Morales Sod*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Trump llegó a la presidencia con la promesa de ser, en sus palabras, el presidente de la paz, y con la clara intención de obtener el Premio Nobel por estos esfuerzos.

El primer gran logro del presidente en este ámbito —el cese al fuego entre Hamas e Israel— fue un esfuerzo titánico que, entre otras cosas, incluyó una intensa campaña diplomática entre los líderes árabes para poner a Hamas contra las cuerdas, y un juego de ajedrez que encabezó su propio yerno, Jared Kushner, que terminó por forzar la mano del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu.

A pesar de la proeza de este acuerdo, Estados Unidos sigue teniendo una posición de primacía en la región, y una vez que el presidente decidió que había llegado el momento de terminar la guerra, Washington pudo ejercer todo su peso para lograr su objetivo. Esta misma estrategia no le ha funcionado para poner fin al segundo conflicto que prometió concluir: la guerra entre Rusia y Ucrania.

Cuando comenzó la guerra y los ucranianos lograron heroicamente repeler el ataque ruso a Kiev, el entonces presidente Biden decidió apoyar con toda su fuerza a Ucrania, armándola, financiándola y prácticamente entrando en la guerra —planeando en conjunto operaciones con el ejército ucraniano—, eso sí, sin soldados estadounidenses disparando contra rusos. Esta estrategia sirvió para contener la ofensiva, pero no para alcanzar la victoria.

El presidente Trump y su equipo decidieron cambiar drásticamente el enfoque, deteniendo casi por completo el flujo de ayuda financiera hacia Ucrania e intentando, incluso públicamente, forzar a Zelenski a hacer concesiones territoriales a Rusia. Ilusamente, Trump pensó que de esta manera Putin podría argumentar ante su pueblo que había ganado la guerra y poner fin a la ofensiva. Sin embargo, conforme pasaron los meses, quedó claro que si Putin estaba “jugando el juego” de Trump no era porque estuviera dispuesto a detener la guerra con una victoria parcial, sino porque así ganaba tiempo para rearmarse y continuar con su campaña hacia la victoria total.

A pesar de estas señales, Trump llegó al extremo de invitar a Putin a reunirse con él en Alaska, en un encuentro que marcó el regreso de Putin a la arena internacional y del que Trump salió con las manos vacías.

Fue entonces cuando, poco a poco, Trump comenzó a mostrar señales de hartazgo. La semana pasada estuvo cerca de autorizar la venta de misiles ATACMS de largo alcance a Ucrania, con los que Kiev podría atacar objetivos profundos dentro de Rusia. Sin embargo, después de una llamada de último minuto desde el Kremlin, Trump terminó otra vez cediendo ante Putin, esperanzado en que su estrategia de apaciguamiento diera frutos. No fue así. Y así llegamos a la decisión de Washington, el día de ayer, de imponer fuertes sanciones contra Rosneft y Lukoil, dos de las principales empresas petroleras rusas: una de las rondas más duras de sanciones energéticas desde que inició la guerra, y la acción más contundente del presidente Trump contra Putin desde el comienzo de su mandato.

Es poco probable que estas sanciones obliguen a Putin a ceder. No sólo porque Rusia ha sabido esquivar hábilmente sanciones similares en el pasado, sino porque Putin está dispuesto a pagar cualquier costo, pues considera la victoria en Ucrania esencial para su supervivencia política. Al menos, parece que Trump finalmente se ha dado cuenta de que con Putin no se puede negociar.

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