TEATRO DE SOMBRAS

¿Me pudo haber ido mejor en la vida?

Guillermo Hurtado. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Guillermo Hurtado. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: La Razón de México

Llega el momento en el que nos hacemos la pregunta fatídica de si nos pudo haber ido mejor en la vida. Normalmente, pensamos acerca de ello en ocasiones en las que nos sentimos tristes, amargados, incluso derrotados. A veces nos hacemos esa interrogante cuando reflexionamos sobre las desgracias que hemos padecido. Otras veces, cuando comparamos nuestras trayectorias con las de otras personas que, en comparación con nosotros, han encontrado mejor suerte.

Estimado lector, tenga usted mucho cuidado cuando esa pregunta ronde por su cabeza. Hay dudas sembradas por el demonio que no sólo no nos ayudan para nada, sino que nos arruinan la existencia.

Tomemos el toro por los cuernos. ¿Nos pudo haber ido mejor en la vida? La respuesta categórica es que sí. ¡Por supuesto que sí! Es fácil para cualquiera imaginar cómo, si las cosas hubieran sido distintas, uno se hubiera salvado de padecer desgracias, de cometer errores o de sufrir injusticias.

Dicho lo anterior, no debemos perder en cuenta que también nos pudo haber ido peor. Muchísimo peor. Deje correr su imaginación y verá con qué facilidad puede concebir situaciones en las que usted podría estar peor, mucho peor, que ahora.

La respuesta anterior puede no dejar satisfecho a quien quiere lamentarse de su suerte. Este individuo podría replantear la pregunta original con una más complicada: ¿tomando en cuenta todo lo que me ha sucedido a lo largo de mi existencia, mi vida se ha inclinado hacia su mejor versión o hacia su peor versión?

La pregunta anterior es tramposa y vil. Nosotros, los seres humanos, no podemos responderla. Sólo alguien que pudiera contemplar todos los mundos posibles en los que mi vida se pudo haber desarrollado, es decir, sólo Dios, podría saber si, en la consideración de todas las variables, mi vida se inclinó hacia su mejor versión o hacia su peor.

Esta solución puede no dejar satisfecho a quien insista en torturarse a sí mismo. Su respuesta podría ser la siguiente: concedo que no puedo saber todo lo que me pudo haber pasado, sin embargo, en lo que me puedo concentrar es en lo que dependió de mí. La nueva pregunta que se plantea es la siguiente: ¿pude haber tomado mejores decisiones? Con esta nueva interrogante sí me puedo culpar de lo que hice mal, nos diría.

Volvamos a tomar el toro por los cuernos. ¿Pude haber tomado mejores decisiones? La respuesta categórica es que sí. ¡Claro que sí! Sin embargo, hay que tener en cuenta que también pude haber tomado peores decisiones. Vuelva a dejar correr su imaginación, estimado lector, y podrá concebir numerosas ocasiones en las que usted pudo haber tomado pésimas decisiones que, incluso, pudieron haber acabado con su vida.

Quien insiste en sentirse mal por las malas decisiones que tomó, puede decir que le viene sin cuidado que no tomó otras peores, porque con las malas que tomó ya le basta para sentirse culpable, para no perdonarse a sí mismo, para lacerarse.

No pretendo discutir con quien piensa así. Tan sólo quiero plantear una última reflexión. Hay que tener en cuenta que, aunque yo haya podido tomar mejores decisiones, eso no garantiza que me haya ido mejor en la vida. Cuando nos imaginamos tomando mejores decisiones imaginamos que todo lo demás en nuestras vidas permaneció igual, pero, desde el momento en que pensamos en una pequeña variación —esa buena decisión que pudimos haber tomado— ya estamos, por así decirlo, cambiando el escenario de nuestra realidad, es decir, del mundo posible en el que hemos vivido, para concebir otra realidad, es decir, otro mundo posible, en el que quizá otras cosas malas que no imaginamos pudieron haber sucedido. De esa manera, el haber tomado la decisión correcta en ese momento no puede ser una garantía que mi vida hubiera sido mejor, porque cosas peores pudieron haber sucedido en esa otra circunstancia.

Los seres humanos tenemos la capacidad extraordinaria de concebir mundos posibles. Esta aptitud nos permite anticipar, calcular y planear acciones que nos ayudan a sobrevivir en un mundo incierto y a vivir mejor en nuestra circunstancia. Sin embargo, no debemos dejar que esa asombrosa capacidad nos amargue con la consideración de todo lo que pudo haber sido y no fue.

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