SOBRE LA MARCHA

Vileza enquistada

Carlos Urdiales. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón Foto: larazondemexico

La ejecución en la vía pública del alcalde sin partido de Uruapan, Michoacán, Carlos Manzo, el sábado pasado, bajo la luz de cientos de velas en plena fiesta conmemorativa del Día de Muertos, es política y unánimemente condenada.

Para el fin de semana de los difuntos, la Presidencia de la República no tenía agendada ninguna actividad pública para la doctora Sheinbaum, pero la vileza de quienes dirigen el crimen organizado y se disputan el país, Michoacán en particular, impusieron de nuevo la dinámica.

Cumbre del gabinete de seguridad y comunicación en Palacio Nacional el domingo. Se canceló la mañanera del pueblo, la de ayer programada desde el Centro Cultural Los Pinos, para hospedar a la FIFA y presentar avances en la organización del Mundial del próximo año.

En 2006 Michoacán fue donde la mal llamada guerra contra el crimen corporativo comenzó. Felipe Calderón había tomado posesión como presidente. Espurio lo llamaban AMLO y la 4T.

El coordinador de asesores del exprimer inquilino —de la era moderna— de Palacio Nacional fue quien ese año, siendo gobernador de Michoacán, pidió la intervención profunda y urgente del Gobierno federal.

Hoy, Lázaro Cárdenas Batel es jefe de la Oficina de la Presidenta Sheinbaum. Hijo y nieto en una casta política que gobernó Michoacán de 1928 a 1932, de 1980 a 1986 y 2002 a 2008. Su cuna es testigo de cómo ni guerra ni abrazos han podido contener la violencia que abona el negocio de la ilegalidad. Más allá de siembra, cultivo o trasiego de drogas.

Vil crimen condenó la Presidenta. Alfredo Ramírez Bedolla, gobernador morenista de Michoacán, afrontó mentadas y cachetadas al entrar al velorio de Carlos Manzo. El Palacio de Gobierno en Morelia fue vandalizado con rabia de michoacanos que cuentan ya dos décadas de secuestro criminal con la normalidad institucional y democrática como telón de fondo.

¿Pero qué proponen? Espetó ayer en la mañanera en Palacio Nacional —el horno no está para frivolidades— una mandataria consciente de la gravedad, de la profundidad que el asesinato de Carlos Manzo representa.

El segundo piso de la 4T no insiste con abrazos, tampoco opta por los balazos. Está claro que, aunque les disguste, la consigna del gobierno de hoy roza algunos principios del pacto por la paz y la legalidad que Felipe Calderón promovió.

La Presidenta Sheinbaum rige su política en materia de seguridad bajo tres ejes, atender las causas de la descomposición social —menudo inventario—, trabajo de inteligencia preventiva y reactiva, coordinado por Omar García Harfuch, y la judicialización para combatir la impunidad, la incidencia y la persistencia de un estilo de vida vil.

Hecho grave, un asesinato más que rompe la narrativa de avances, de golpes y estrategia que ataja los apetitos intervencionistas de Estados Unidos y su guerrero mandatario. Que desvía la atención de asuntos fundamentales de la economía, el comercio, el crecimiento económico y el desarrollo social. De un Estado capaz de atender desastres naturales. Volvemos a los fantasmas de la vileza.

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