ANTROPOCENO

Emmanuel Macron, presidente banquero

Bernardo Bolaños. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón Foto: larazondemexico

Desde su elección en 2017, Emmanuel Macron ha cargado con la etiqueta de “presidente banquero”. Este mote deriva de dos aspectos de su trayectoria: su paso por la banca de inversión y ciertas decisiones fiscales tomadas durante su primer mandato. A los 30 años, siendo un joven funcionario graduado de la Escuela Nacional de Administración (ENA), Macron solicitó licencia para incorporarse a Rothschild & Co. Ya tenía ambiciones presidenciales, pero siguió el consejo de Alain Minc: para tener influencia en política, “es mejor ser rico”.

En Rothschild, Macron destacó en varias operaciones de recapitalización de empresas en problemas, incluida la del diario Le Monde. A finales de 2010, fue ascendido a socio director, uno de los cargos más altos de la firma, con tan sólo 33 años. En 2012 lideró la compleja negociación de Nestlé para la adquisición de la división de nutrición infantil de Pfizer, por más de nueve mil millones de euros. El acuerdo le reportó varios millones de euros.

En mayo de 2012, Macron se incorporó al gobierno francés como jefe adjunto de gabinete del presidente socialista François Hollande. Luego llegó a la presidencia como candidato independiente en 2017. La imagen de “banquero” de Macron se vio reforzada por una reforma fiscal: la supresión del Impuesto sobre la Fortuna (ISF), sustituido por un Impuesto sobre el Patrimonio Inmobiliario (IFI) de menor alcance. Acciones, inversiones, seguros de vida: casi todos los activos financieros quedaron excluidos de la base gravable.

Esta medida, que costó al presupuesto de egresos varios miles de millones de euros al año y benefició a los 300 mil hogares más ricos de Francia, cristalizó la visión de Macron como político de derecha que rebasó por la izquierda (pues había comenzado su carrera política en el Partido Socialista). Según sus defensores, eliminar el ISF buscó incentivar la inversión y la competitividad de Francia. En apoyo de esa idea se cita el dato de que seis años después, en 2024, se creaban más de un millón de empresas francesas al año (principalmente startups de tecnología digital). Durante los gobiernos de Macron, la profesión favorita de los jóvenes franceses pasó de ser servidor público con quincena asegurada a emprendedor. Pero, según sus detractores, los nuevos emprendedores no provienen de las 300 mil familias más ricas beneficiadas por Macron, sino de jóvenes de clase media con estudios de ingeniería o computación, principalmente. Además, afirman que quitar el ISF mermó las finanzas públicas francesas y acrecentó la desigualdad. Sobre todo, que Macron no contaba con la pandemia del 2020 que vendría a vaciar las arcas públicas y a endeudar al país.

Hoy, en 2025, Macron no cuenta con una mayoría legislativa. Al momento de escribir estas líneas, los diputados de oposición están a punto de imponer un nuevo Impuesto sobre la Fortuna Improductiva (yates, casas de campo) y una Contribución Diferencial sobre Altos Ingresos. Juntos, estos nuevos impuestos recaudarían más que el ISF suprimido en 2017 por Macron. Mañana llega a México el saliente presidente francés que tiene mucho que dialogar con la entrante Presidenta Sheinbaum.

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