CONTRAQUERENCIA

El escaparate del Mundial

Eduardo Nateras<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Eduardo Nateras*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

A inicios de semana se llevó a cabo un nuevo acto protocolario encabezado por la Presidenta Claudia Sheinbaum para presentar el Mundial de Futbol 2026, que tendrá a México como una de las tres sedes del certamen y como única nación en albergar por tercera ocasión este torneo.

Eventos tan mediáticos como éste —al igual que unos Juegos Olímpicos, por ejemplo— funcionan para las ciudades o países anfitriones como un escaparate inigualable en el que, por algunas semanas, los ojos del mundo están posados, no sólo en las competencias deportivas, sino en la cultura, tradiciones, economía, política y forma general de hacer las cosas de un país y de su gente, en todos los sentidos.

Sin embargo, hay que estar a la altura, y lo bien o mal que se aprovecha esta oportunidad depende de las autoridades en turno, de quienes están al frente de la organización y de las gestiones para llevar a cabo el evento.

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Claramente, las implicaciones logísticas y de infraestructura entre los tres países anfitriones son muy diferentes. No es lo mismo recibir 13 encuentros repartidos en Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey —o Vancouver y Toronto, en el caso de Canadá—, frente a los 78 partidos que albergarán en Estados Unidos en once distintas sedes. Con todo, esto bastará para que nuestro país reciba a 5 millones de turistas y una derrama económica de unos 3 mil millones de dólares.

Sin embargo, para el caso mexicano, a tan sólo siete meses de distancia de la patada inicial en el tres veces mundialista Estadio Azteca —aunque ahora traten de imponer un nuevo nombre comercial—, las expectativas entre la gente aún no han permeado lo suficiente, no se ha explotado vastamente esa ventana al mundo y no se han atendido las responsabilidades gubernamentales, mínimamente necesarias, para albergar un mundial de futbol.

Por el contrario, los pendientes son diversos: un aeropuerto de la CDMX al que apenas se le realizan algunos arreglos estéticos para disimular décadas de abandono y decadencia; proyectos culturales y sociales, recién anunciados, considerablemente modestos, para tratar de acercarle el ambiente mundialista a la amplísima mayoría de la población, que no tendrá otra forma de participar del evento, y una enorme incertidumbre sobre los planes de los Gobiernos federal y locales respecto a la estrategia de seguridad y las mejoras en transporte e infraestructura general, indispensables para llevar a buen puerto el torneo, que, sin duda, representan los mayores retos de organización para nuestro país.

Aunado a ello, llegado el momento, la Presidenta insiste en que regalará su boleto del partido inaugural. Y hará muy feliz a una niña de este país, sin embargo, su labor en la inauguración no se limitaría al acto protocolario, cantar el himno y corear goles, implica la oportunidad de cabildear y establecer vínculos con el resto de las autoridades internacionales que estarán presentes.

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