Cuando pensamos que ya nada puede superar la maldad y la realidad de la humanidad, salen nuevas historias de terror.
Continúan las denuncias de los llamados “safaris humanos”; sí, así como van cazadores a África y pagan por ciertos animales, esa misma práctica se hizo, pero para cazar seres humanos, niños, adultos y personas de la tercera edad. Cada uno tenía un precio.
Durante la guerra de Bosnia, particularmente durante el asedio de Sarajevo entre 1992 y 1996, múltiples investigaciones y testimonios declaran que ciudadanos extranjeros, principalmente europeos con recursos económicos, pagaban grandes sumas de dinero para viajar a la zona de conflicto y participar como francotiradores disparando contra civiles indefensos, una cacería, pero de humanos.

Ahora sí, a transparentar concesiones
Estos sujetos, llamémoslos así, llegaban a Belgrado, en Serbia, desde ciudades europeas por medio de vuelos comerciales, y luego eran transportados hacia las colinas alrededor de Sarajevo donde se encontraban milicias serbobosnias.
Allí, bajo la guía y protección de antiguos militares serbios, les facilitaban armas y el acceso a posiciones desde donde podían disparar a personas caminando por las calles de la ciudad sitiada.
Se estima que por esta “experiencia” pagaban entre 80 mil y 100 mil euros, y el precio variaba según el tipo de víctima: disparar a un niño, por ejemplo, costaba más caro. Los viajes eran organizados en secreto y se decía que eran excursiones de caza.
En esta guerra de Sarajevo, hubo más de 11 mil civiles muertos por francotiradores y bombardeos. Fue una época terrorífica y la guerra ha sido muy documentada; lo que se quiso mantener en secreto fueron los llamados safaris humanos.
Esta historia de terror se ha difundido recientemente gracias al escritor italiano Ezio Gavazzeni, quien presentó una denuncia formal ante la Fiscalía de Milán, acompañada por los abogados Nicola Brigida y Guido Salvini. El documento de 17 páginas expone relatos recopilados durante casi dos años, con entrevistas, documentos de inteligencia y correspondencia.
Según estas narraciones, durante los fines de semana, millonarios europeos y de otras zonas del mundo pagaron lo que hoy equivale entre 80 mil y 100 mil euros para ascender a las colinas que rodeaban Sarajevo y disparar contra civiles bosnios indefensos.
La calle principal conocida como Sniper Alley era una vía que la población tenía que cruzar y donde los francotiradores apuntaban de forma indiscriminada.
Uno de los testigos más relevantes en el caso es el exmilitar y agente de inteligencia bosnio Edin Subasic, quien declaró públicamente que conoció estas “cacerías humanas” mientras estaba en el servicio de inteligencia militar.
GUERRA DE BOSNIA EN LA MEMORIA

Subasic aseguró que existía una tarifa para cada tipo de víctima y que no sólo se trata de civiles indefensos, sino que hasta los soldados tenían un precio asignado para ser blancos.
Otro testimonio es el de Benjamina Karić, exalcaldesa de Sarajevo y activista, quien indicó que “lo más impactante fue descubrir que cada víctima era considerada un producto con un valor”.
En estos días se acaba de relanzar en Europa el documental Sarajevo Safari, de 2022, realizado por el esloveno Miran Zupanič.
Son los relatos de antiguos soldados serbobosnios, decenas de excombatientes e inteligencia bosnia, que supuestamente escucharon hablar de estos “turistas francotiradores”.
Una de las figuras destacadas en los testimonios es John Jordan, un bombero estadounidense que estuvo en Sarajevo durante la guerra y declaró que vio a “cazadores de fin de semana” llegar con armas y disparar desde las colinas.
Tras ver este documental, el escritor italiano Gavazzeni se conmovió tanto que empezó a recabar información para presentar una denuncia en Italia, ya que muchos de los viajeros a esos safaris salían de Trieste, Italia.
La Fiscalía de Milán, en Italia, abrió una investigación tras recibir la denuncia del periodista y escritor que recopiló testimonios de servicios de inteligencia, víctimas, padres de niños asesinados y voluntarios extranjeros.
En los testimonios presentados, se cuenta que “turistas francotiradores” llegaban con armas y vestimenta poco común en la guerra local, eran guiados por militares serbios y se movían con evidente torpeza, lo que los diferenciaba de los combatientes habituales. Se habla, incluso, de empresarios italianos y personas vinculadas a círculos políticos de extrema derecha entre los participantes de esa época.
Actualmente, tanto la Fiscalía de Milán como la de Bosnia y Herzegovina investigan estos hechos como crímenes contra la humanidad, pero por el momento, existen sólo denuncias, testimonios y reportajes periodísticos sin condenas judiciales contra los presuntos responsables. Todavía hay perpetradores de estas matanzas vivos que deben enfrentar a la justicia.
No podemos olvidarnos de que la masacre de Srebrenica, en 1995, fue un capítulo atroz de los más viles conocidos hasta hoy en el conflicto en Bosnia y Herzegovina, con más de ocho mil habitantes, incluidos niños, ejecutados en tres días.
Pero conociendo los safaris humanos en Sarajevo, vemos una de las caras más crueles del ser humano.
Si la Fiscalía de Milán consigue avanzar y responsabilizar a los asesinos, sería un acto de justicia tardía, pero indispensable. No sólo para las víctimas del pasado, sino para la memoria colectiva de Sarajevo.
El simple hecho de que a alguien se le ocurriera pagar por matar a un inocente no es sólo un crimen, es la decadencia de la humanidad.
Si la justicia avanza, aunque sea tres décadas tarde, será un acto mínimo de dignidad para las víctimas.

