SOBRE LA MARCHA

Gracias, pero no gracias

Carlos Urdiales. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón
Carlos Urdiales. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón Foto: larazondemexico

A un sexenio y un año de implementar un nuevo régimen mayoritario, el movimiento político-electoral imperante busca más permanecer que trascender.

Su narrativa mínima es: del lado del pueblo, de los pobres y mientras con esa base, sus tribus más aptas y feroces permanecerán junto con los pasivos nacionales más lacerantes.

Desigualdad y falta de instrumentos presupuestales para emparejar la cancha de la seguridad y el bienestar. Hoy México crece menos, reparte más, pero eso es paliativo, no estratégico frente a los lustros por venir.

Para economizar debates histriónicos, el neoliberalismo, anidado en las alternancias del poder de este siglo, fue insensible, insuficiente e ineficiente.

Sin embargo, las políticas públicas de la 4T no destacan por mejores, sin duda más solidarias y, por tanto, populares. Pero no ganamos enteros como en Asia lo hicieron quienes apostaron por educación e infraestructura.

Hoy, batallamos en la misma cancha, el libre mercado de Norteamérica.

Véase la demolición parcial de sistemas de salud y reparto de medicamentos, los pasivos en materia de seguridad y legalidad en regiones enteras, la persistencia de razonables dudas sobre el fin de la corrupción, o de su disminución siquiera, asociada a la membresía a una o a ciertas claques políticas. Como sucedía antes.

Casos de escándalo como Segalmex o el maldito huachicol petrolero, fiscal o cualquiera de sus variantes.

Y desde la IP perviven nombres relevantes, nuevos, pero con las mismas mañas, deudas y costumbres de poder. La transformación moral, ética de un líder no permeó. No era y nunca será génesis de mejores tiempos, la prédica de púlpito, por más que se haga desde Palacio Nacional. Ni desde Palenque.

La reaparición espontánea y fortuitamente planeada del expresidente López Obrador para presentar su más reciente libro, Grandeza, Editorial Planeta 2025, tiene la lectura, grave y compleja, que merece la presencia de un expresidente que, entre gallinas, pavo reales y zopilotes, dibuja escenarios en los cuales no cree, pero que dibuja para, y sólo por eso, ilustrar cuáles circunstancias políticas lo sacarían de su remanso tropical y literario, para encender una vez más su incontenible músculo social.

¿Cuáles son los contextos en que el exmandatario se mira haciendo lo que más le gusta? Crisis políticas.

Golpe de Estado contra Claudia Sheinbaum. Violación de la soberanía nacional y/o convulsiones sociales que amenazaran la democracia, es decir, la permanencia de Morena en el poder.

El respaldo de AMLO a Claudia Sheinbaum luce así, sereno, orgánico, entre reflexiones, paz y reflejos suficientes para irse, pero permanecer.

López Obrador es y será factor de poder. Diferente chapa misma sustancia, la trascendencia, la grandeza y —próximamente— la gloria.

Y eso en la vida pública desde siempre es consustancial, válido y hasta natural. Lo demás es demagogia.

En tiempos intensos para el sexenio de Claudia Sheinbaum, como son todos los tiempos de gobierno y gestión política, reaparece el sereno líder para ofrecerse, por si se ocupa. Gracias, pero no gracias.

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