BAJO SOSPECHA

Los libros y las armas

Bibiana Belsasso. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: La Razón de México

Mientras estallaban coches bomba en Michoacán, había un mitin masivo en la Ciudad de México con todas las estructuras puestas al servicio de Morena, horas después de que la Presidenta Sheinbaum se viera por primera vez cara a cara con Donald Trump y tuviera una reunión en la que ratificaran, junto con Mark Carney, primer ministro de Canadá, que los tres países tienen la voluntad de seguir en el Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC); y de que nos tocara un grupo respetablemente sencillo para el Mundial que inicia en seis meses, la Universidad de Guadalajara le estaba entregando el título honoris causa a Joan Manuel Serrat, que profetizaba que “llegará el día en que el México de los libros le gane al México de las armas”.

La sencillez que tiene Serrat en sus canciones, verdaderos poemas, en sus discursos y declaraciones para decir las cosas más profundas, no dejan de conmover. Es verdad, algún día el México de los libros le ganará al de las armas, pero hoy las armas le están ganando a los libros, en buena medida porque estamos transitando por uno de los peores momentos en la educación pública en el país.

La llamada Nueva Escuela Mexicana, impuesta el sexenio pasado, acabó con una reforma educativa que por lo menos tenía la intención de elevar la calidad y la llevó a un discurso ideologizado, alejado de la ciencia y del conocimiento. Y tampoco le destinamos recursos suficientes: México invierte alrededor de 4.2 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) en instituciones educativas de primaria a terciaria, según los últimos datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

El promedio de la OCDE es de poco más del cinco por ciento del PIB para los mismos niveles educativos. Nuestro país se sitúa varias décimas de punto por debajo de los países de la organización internacional. Mientras el gasto anual por estudiante —de primaria a universidad— se ubica cerca de los tres mil 200 dólares, el promedio de la OCDE supera los 12 mil dólares por alumno, unas cuatro veces más. En primaria estamos peor, México gasta unos tres mil dólares por alumno, frente a promedios internacionales cercanos a los 12 mil dólares, y nos ubica en el nivel más bajo de la OCDE.

HOMENAJE POR SU TRAYECTORIA MUSICAL

Joan Manuel Serrat recibe de la UdeG el doctor honoris causa el 5 de diciembre ı Foto: Cuartoscuro

La OCDE lleva años advirtiendo que el problema no es sólo cuánto se gasta, sino cómo: una parte muy importante del presupuesto se concentra en salarios y estructuras burocráticas, dejando un escaso margen para infraestructura, formación docente y materiales. Peor aún, existe una profunda distorsión en la distribución del gasto entre niveles educativos, estados, zonas urbanas y rurales, que generan resultados pobres aún para el volumen de recursos invertidos.

Se habla mucho de la educación pública pero el hecho es que, en nuestro país, ésta cubre alrededor de 84 por ciento del financiamiento en los niveles de primaria a media superior, mientras que la participación pública promedio de la OCDE es superior al 90 por ciento, lo que implica un cada vez mayor peso del gasto privado, que crece en la misma medida en que la educación pública pierde calidad y, en muchos estados del país, días de clases por las movilizaciones magisteriales.

Hace ya muchos años entrevisté a Armando Manzanero que me dijo que un niño, un joven, que tiene un instrumento musical en sus manos no empuñará un fusil para un grupo criminal. Lo mismo podemos decir de los libros. Cuando se lee, cuando se educa, cuando hay espacios reales para la cultura, se abandonan las armas. Hoy en las organizaciones criminales hay cada vez más jóvenes, muchos menores de edad, que terminan trabajando para esas estructuras, no sólo como sicarios, sino en toda la cadena criminal.

Decía Serrat en su discurso de aceptación del honoris causa, que le otorgó la Universidad de Guadalajara, que su madre y él cantaban mientras hacían las tareas del hogar y que su abuela le compraba cancioneros con los que él cantaba . “De ahí viene, decía, mi afición a la música. Es muy sencillo, no he necesitado unos caminos complicados para llegar a esta afición, a este vicio que me ha acompañado toda mi vida”. ¿Cuántos niños pueden vivir esa normalidad hoy en nuestro país?

Hay ciudades donde hasta el 97 por ciento de la ciudadanía se siente insegura hasta en su propia casa. Hay un 29 por ciento de los hogares mexicanos que son mantenidos por una mujer, madre, abuela, hermana, casada o soltera. Y en ésos y otros hogares, esas mujeres muchas veces no tienen dónde cobijar a sus hijos mientras trabajan. En muchos ámbitos la cultura es un simple accesorio inexistente, que incluso trasciende las posibilidades económicas: los recursos ayudan muchísimo pero no se necesita tener recursos económicos vastos para acercarse a los libros, a la música, a la cultura. Lo que se necesita es tener escuelas, maestros, familias que puedan y quieran fomentarla.

Mientras tanto, las armas siguen ganándole a los libros y son miles los maestros que aseguran, coreándolo en las calles, que movilizar es educar y que no tienen temor alguno en utilizar la violencia para alcanzar sus fines. Eso es lo que alimentan en los niños, en los jóvenes, en sus padres, el desamparo y la violencia.

Concluyó Serrat diciendo que hacía más de 60 años que había escrito su primera canción y “desde entonces no he dejado de ponerle música a versos propios y a versos ajenos. Escribo canciones para expresarme, pero también para comunicarme. Mis canciones son lo que yo siento, pero también son lo que me cuentan los demás. Son mi realidad, pero también son mi fantasía”.

Las mismas canciones con las que en otros momentos nos educábamos, cuando en México le ganaban los libros a las armas.

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