CONTRAQUERENCIA

Futbol, política y vuelos

Eduardo Nateras*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

La semana pasada se llevó a cabo el sorteo del Mundial de la FIFA 2026, en el cual hubo farándula, algo de futbol y política —mucha política—.

Más que un acontecimiento deportivo, consistió, realmente, en un evento político de toda la trascendencia. De entrada, porque logró convocar, por vez primera y en un mismo espacio, a la y los líderes de las tres naciones de Norteamérica, en un momento de enorme tensión diplomática trilateral producto de la guerra arancelaria, crisis migratoria, combate al narcotráfico y la víspera de la renegociación del T-MEC.

A ello, habría que sumar el premio de paz otorgado —con motivo de nada— y el lastimero numerito de adulación infinita que le armó el máximo dirigente de la FIFA, Gianni Infantino, al presidente estadounidense, Donald Trump. No hubo vergüenza que alcanzara con tal de contar con el beneplácito y la amistad fingida del hombre más poderoso del mundo, en un negocio que involucra miles de millones de dólares, varios de los cuales ensancharán las arcas del —en todos los sentidos— monstruoso órgano rector del futbol global.

En el caso de nuestro país, el protocolo en torno a la organización del Mundial pudo más que cualquier cumbre de Estado de primer nivel de los últimos 7 años —casi como para que lo hubieran agregado en las arengas del festejo del día siguiente—. Se le dio la relevancia debida al evento y, por fin, nuestra administración actuó en consecuencia.

En esta ocasión, afortunadamente, quedó de lado el acomodaticio discurso de austeridad y presta estuvo la Presidenta a la hora buena, sin volver a poner en manos de las vicisitudes de una aerolínea comercial su presencia puntual para encontrarse con sus homólogos norteamericanos, así fuera en el sorteo del Mundial.

Y es que este evento implicó la primera visita de la Presidenta a territorio estadounidense, tras poco más de un año de haber asumido el cargo, lo que también le permitió tener su primer encuentro —breve, sin duda, pero cara a cara, al fin— con el presidente de Estados Unidos, con quien pudo discutir uno que otro tema relevante —más allá de lo estrictamente futbolero—, luego de que a mediados de año su encuentro en Alberta, Canadá, se viera frustrado por haber esperado una conexión en algún aeropuerto recóndito —entre otros motivos—.

Ojalá esta experiencia sirva para reconsiderar su muy oportuna presencia en el partido inaugural del Mundial, el próximo año, al cual ha anunciado que no asistirá —suponemos porque cree que se trata de mero futbol y no de hacer política— para cederle su boleto a una muy afortunada infante.

Y, lo que son las cosas, la flexibilidad que le brinda a una Jefa de Estado contar con su propia aeronave y no andar a expensas de que la fila en los filtros de seguridad no sea demasiado larga y que el avión aterrice a tiempo, hasta le dio margen para, también, llegar a tiempo al festejo que se armó —un día después del sorteo— en el Zócalo capitalino. Coincidencias de la vida.

Moralejas del episodio: el futbol es política; el poder adulador de la FIFA es infinito; y no escatimar en recursos tiene sus beneficios.

Desde chiqueros. Ésta es la última Contraquerencia del año. Reciban, público lector, los mejores deseos de un servidor. Nos leemos en 2026. ¡Felices fiestas!

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